domingo, 1 de julio de 2018

El lenguaje desconocido de la memoria.

AGARRO el volumen de Valèry que he tenido que colocar en la parte más alta de las baldas porque F. siempre quiere cogerlo para dibujar en él, abrirlo, -como una naranja en gajos-, o ponerlo debajo de sus pies para subirse al sofá. Como conozco ya sus intenciones, lo dejo junto a la obra de Virgilio, arriba, en la cima del parnaso de alcoba. 
Con el lápiz en la mano, abro el libro por cualquiera de sus páginas. Sea cual sea el pasaje, leer a Valéry es siempre un estímulo hercúleo, un zarandeo, una suerte de encrucijada en la que la consciencia, gracias a la lectura, se transforma y renueva. Leo lo siguiente:

"No hay que olvidar que las sensaciones no sirven sino a través de la memoria. Sensaciones sin recuerdo solo son un lenguaje desconocido".  

Más adelante, termina con afirmando lo siguiente:

"Es la memoria lo que hace del hombre una entidad. Sin ella solo tenemos transformaciones aisladas". 

En efecto, la memoria es el hilo de Ariadna que edifica a los individuos. Es la suma y la resta, pero también la selección. Y en la memoria funciona tanto lo vivido como lo leído, tanto lo supuestamente indicativo como lo subjuntivo. Lo que se entendía en la novela total como el Realismo en su más eficiente y plural concepción: todo lo que sucede, hubiera sucedido o sucería si...la realidad como un arsenal de posibilidades que se aúnan a lo que parece suceder en lo cotidiano. 

En este trasiego del tiempo la memoria es capital para establecer la identidad de un individuo. En los ritos chamánicos o de iniciación, como enseña la antropología cultural, el individuo debe perder la consciencia propia para poder llegar a ser y entender lo venidero. Desprenderse de sí es una secuencia que desemboca en las dimensiones de la memoria individual. 

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Tornasolados, los cuerpos verdes y erguidos tratan de sostener la flor ya desposeída del sueño de la luz. Cómo Ícaro han dejado de batir sus alas, oro bruñido al sol, y queda aletargado el tamaño de su recuerdo sobre las lomas.


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Ahora, en la madrugada, la prosa de Proust se transforma en un salmo de cítara celeste.