sábado, 21 de diciembre de 2019

Soñando la luz del fin

Tras un tiempo, reúno los "Matinales". Los leo como ramillete, de continuo, como haz fragmentario, retoco, enmiendo, releo. Con la paciencia orfebre vuelvo a su música aunque torpe y errática.
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Hacia la razón luminosa, qué bella la lectura de Boecio, "Consolación de Filosofía", Libro V, 6: "Eleva tu espíritu que no se hunda en la tierra tu inteligencia con el peso de la materia, que no quede por debajo de tu cuerpo, mientras él camina erguido"
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Recuperar la contemplación y modelar el pensamiento son afluentes que dimanan de la lectura pero no de cualquier texto. Leer es descifrarte en la palabra del otro; perseguirte hasta el centro indudable como sombra o rapaz.
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Con el otoño siempre vuelvo a Boecio y a Marco Aurelio. Al "Ager Calvetianus", en el año 524, ensoñando a Boecio en prisión; y al Libro II de Marco Aurelio, escrito junto al Danubio, en el que leemos: "[…] Y nada es malo si es conforme a la naturaleza".
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Hay quien dice una cosa y obra de otra, quien expresa una idea de la literatura y luego desarrolla la contraria; sin embargo, lo siniestro en literatura ni es paradoja humana ni confusión eventual, es vanagloria y ego, notoria ambición de la nada. Silencio y soledad.
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Deja uno de lado los saraos (pseudo)literarios, las capillas (pseudo) librescas, los cenáculos de (pseudo)poetas, los entornos editoriales, las llamadas a congresos, en definitiva, los aledaños de la literatura. Y vuelve uno al centro, a sí mismo, limpio, verdadero y en silencio.
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Pocas culturas como la grecorromana para comprender el sentido de lo "útil" en el campo de la «paideia», incluido el «ethos» como seres sociales, de la cultura que nos ha edificado y nos ha otorgado una identidad plural y humanística. Algunos siguen preguntándose por ignorancia.
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El tiempo es el gran paradigma del desasosiego; la eternidad, el sueño de la huida.
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Címbalo profundo que lates en la noche, vuelo torcal del salmo a la palabra.
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Hay poetas que renuncian a la tradición poética sin haberla leído; luego están los poetas, los que edifican su palabra en la esencia expresiva del ayer clarividente. Hermosa reminiscencia de Séneca en Quevedo: "Qué lo que todos les quitaste sola/te puedan a ti sola quitar todos."
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Oh, poetas de este tiempo, bardos y aedas del día, gustadores del vocerío y la lección vacía, escuchad a Quevedo: [...] " Nada que, siendo, es poco, y será nada/ en poco tiempo, que ambiciosa olvida,/ pues de la vanidad mal persuadida/ anhela duración, tierra animada." [...]
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Con Quevedo, en esos versos cristalinos de la soledad desde la atalaya en que se contempla el mundo: [...] "La confusión inunda el alma mía; mi corazón es reino del espanto"
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En la noche, la figura de la memoria adquiere el fulgor de una luminaria; y, en esa edificación de lo que fuimos, de lo que narramos haber sido, entiende uno que no fue nada.