martes, 20 de mayo de 2008

LAS BRASAS DEL RECUERDO

Recuerdo que aquel encuentro entre poetas italianos y españoles contemporáneos se celebró en la Facultad de Filología, en Sevilla, y que acudí movido por las dádivas del acto. En un pequeño cartel en que se anunciaban los nombres de los poetas participantes, también se indicaba que a los veinte primeros que realizaran la inscripción se les regalaría un libro. El encuentro era gratuito, y por lo tanto entendí que el libro se sumaba a esa gratuidad. Así fue finalmente. Acudí raudo a las oficinas donde Rosi atiende con efectividad espartana y pude elegir entre los libros que se regalaban porque había sido el primero en inscribirme.
Julia Uceda (rescatada ahora del exilio y del olvido, de la poesía y la narrativa), Ungaretti, algún que otro profesor con aspiraciones líricas que se coló como se cuela la morralla en la pesca de arrastre, y Francisco Brines. En la estantería había varios volúmenes de cada uno de estos escritores. A Julia Uceda aún no la conocía, a pesar de que en la lectura poética sobresalieron muchos de sus versos. A los profesores egotistas y pretenciosos no pensaba darles más tiempo que el de sus clases (aburridas y tristes, pardas y frías, como el recuerdo de Machado), así que opté por el libro de Francisco Brines, un desconocido por aquellos tiempos. Es cierto, igualmente, que de Brines sólo existía un volumen ya que era un libro voluminoso, su Poesía Completa (1960-1997), Barcelona, Tusquets, 1997.
Siempre he pensado que aquel encuentro sólo pude tenerlo yo, ya que el volumen era único. De la misma manera que estaba obligado moralmente a asistir a su lectura poética. Estaba prevista por la tarde de un jueves que se hacía agua a fuerza de las lluvias de entonces. Brines jamás apareció por la Facultad, no vino a leer algunos de sus poemas por los motivos personales que, albricias, nunca sabré.
Aquella ausencia contenía, sin embargo, una poética, la del silencio y el encuentro en soledad. Desde entonces entendí aquel refugio del destino como dádiva de un buen poeta con un lector pretencioso. Desde entonces he guardado el libro con un cuidado especial, dejándolo reposar como si lo que me tuviera que decir todavía no hubiera llegado, no hubiera sido escrito.
Ahora que tengo el volumen abierto sobre la mesa en la que escribo y leo y me precipito en estos recuerdos, abro una página al azar y la emoción es muy parecida a la entonces, a la de aquel jueves lluvioso y caótico en que descubrí que la poesía ofrece lo evidente de las almas bajo el tamiz de lo infinito y eterno.
"El olvido es el más grande de los misterios,
pues estando hecho de realidad su naturaleza es carecer de ella;
alcanza en su contradicción
aquello que unifica a su origen, y él en vano desea.
Mas el olvido no es la nada. Perdura su significación:
es Inocencia, también Serenidad;
lo que una vez tuvimos, el Bien mayor y más perecedero,
y aquello que tras su pérdida anhelamos
y es la compensación de los vencidos.
Hay una misma relación que se refleja en un espejo turbio:
cuando deseamos la nada, estamos inventando el olvido.
Mas esto no es dable contemplar
en el borroso espejo de la vida.
Y hablo desde la carne de la carne.
“Identificación en un espejo”, Francisco Brines.

5 comentarios:

  1. te he encontrado por casualidad a traves de la web de los del malandar y me parece muy interesante tu espacio. Lo pongo en favoritos., saludos de un sevillano de pro.

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  2. el azar, qué maravilla -y qué misterio-, no??

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  3. Yo estuve, da fe el diploma preceptivo que conservo, en aquel encuentro de poetas italianos y españoles. Tuve que ser de los últimos en apuntarme, porque a mí solo me llegó un librito minúsculo de un italiano cuyo nombre no recuerdo. Creo que recibí en cambio un buen número de fotocopias con poemas en italiano, que aún guardo. De aquel encuentro la memoria, caprichosa y selectiva, solo quiere hablarme de un poeta italiano que utilizaba neologismos y nombres de compuestos químicos farmacológicos en sus poemas.
    Más que recordar sospecho quién podía ser ese "profesor con aspiraciones líricas que se coló como se cuela la morralla en la pesca de arrastre" ¡La comparación es genial sin duda!

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  4. Rafael, querido, la metáfora, el lugar común de estas "brasas" es una mención al primer poemario de Brines, que se titula Las Brasas. Fue lo primero que leí.De todas maneras, el hielo me parece una metáfora muy lograda, a pesar de la teoría del iceberg, ya existente.
    Gracias, Julio, te pondré en favoritos igualmente.
    A Manolo y a Jaime, un saludo a sabiendas de que los recuerdos compartidos sustancian lo que venimos llamando para el hombre amistad.

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  5. Brines es un grandísimo poeta. Me alegra que lo hayas recordado en tu espacio.

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