domingo, 5 de mayo de 2013

CONFIERE el trigo al paisaje el sol taimado y derruido por las espigas. La luz cae declinada y tomando el cuerpo desde la tierra. Al paso de las lomas colmadas de verdes y amarillos agrícolas, se suma la cadencia del aire en los cuerpos del trigo. Un vaivén sonoroso, con cadencia de mar en calma. 


Estos días, el cuaderno se llena de versos, de sugerencias, de arranques. Parece que nunca ha escrito uno nada cuando la poesía se manifiesta. Es el rebrote del origen en cada palabra, en una palabra poética que cuando se torna verbo es carne y cuando la carne lo toma en consciencia se torna misterio y maravilla. 



Hay que escribir desde la literatura, desde el convencimiento. No puede el escritor principiar sus escritos con lo que no es la poesía, pues estaría tratando de dejar a un lado su propia ignorancia del hecho. Evadir el asunto o afirmar el asunto desde lo que no es -ya lo advirtió Platón- un método eficaz y puro de conocimiento. 


Cuánto daría uno por emborronar los cuadernos con operacines matemáticas que cerrarán, de una vez, el ejercicio literario, que establecieran unas causas y unas consecuancias manifiestamente constantes... pero, qué distinto todo en la palabra y al tiemp qué igual, pues la poesía es uniforme, es una y multifome a la vez.

Tan solo un puñado de palabras en un haz iluminado. Una pequeña colección, acaso un museo minúsculo de palabras verdaderas, acaso glosas, pero desde el centro indudable de la literatura. Esa es la acción del poeta en el mundo, el deseo de verdad, bien y belleza en cada una de sus acciones.