martes, 7 de mayo de 2013

EL lector que camina hacia el mundo de la literatura con humildad, sabe que el camino es interminable, que cada paso es un minúsculo impulso, que cada conocimiento es olvidadizo y volátil. El lector es prudente en sus apreciaciones, pues conoce la anchura y la verdad de la palabra. La palabra es tan verdadera para el hombre, le ofrece tal pureza cuando se revela como literatura que quien de ella hace abusos y desmanes, queda retratado con un rictus de mediocridad. 

Estamos en el tiempo de la verdad y de la penuria. Abunda, sobre todo, la penuria intelectual. Hojeo el último libro de A.M.M. y lo dejo con rapidez en el montón del que lo he rescatado. He leído un par de páginas, de párrafos, de apreciaciones que, si hubieran sido escritas por otro escritor, jamás se hubieran publicado.Es un libro de paso, de encargo, al hilo de lo eventual.  
Que poca altura intelectual en quien se alza como vate y francotirador y se deja llevar en la corriente del pensamiento sin reflexión, del pensamiento político y banal de los que se manifiestan con tres ideas manidas. El novelista a sus novelas, el pensador y filósofo, a sus ensayos. Y el que de los dos decida participar de la política que cambie de cauce expresivo. ¿Tan difícil es entender esto habiendo leído a Horacio, Quintiliano, Homero y Marco Aurelio?


Decía Platón que la palabra lleva al conocimiento de la cosa. Afirmaba de esta manera que la palabra debe ser portadora de realidades significativas, pues si la selección de palabras no es más que mero rubatteo y juego fónico termina por ser nada. Cuando esto sucede en una obra literaria no terminamos pr saber si la palabra lleva al conocimento de la cosa  si fue la cosa la que impuso esa exacta palabra. 

Es lo que le sucede a la literatura que piensa que llevando el orden sintáctico a un extremo, urgando en el sonido de términos rimbombantes y de adjetivos extravagantes está nombrando más que otro discurso aparentemente mas sencillo. Sin embargo, los escritores que han querido explorar y terminar con la sintaxis de una lengua al final han sido ellos mismos los que han desaparecido.
 
En definitiva, trato de expresar que si la palabra poética no es ella misma realidad bella, justa y verdadera no estará nombrando para siempre como ha nombrado la poesía desde sus orígenes.