miércoles, 15 de mayo de 2013

VALÈRY dijo que la sintaxis es un valor moral. Esto mismo algunos lo aplican a los escritos políticos, periodísticos o culturales de la actualidad. Es posible hacerlo ya que la lengua todo lo crea y todo lo limita al igual que la ética, pero me quiero referir al valor moral de la sintaxis en la Literatura, pues es, en la creación literaria, el espacio en que la lengua se vuelve contra ella misma, se revuelca con sus taras y sus maravillas para intentar metamorfosearse en una nueva lengua. La lengua de siempre con los conceptos de nunca. 

Si el escritor no cabalga con ritmo propio en la sintaxis de una lengua puede sucederle dos cosas; la primera, que concluya, desde la vanidad, que la lengua necesita romper sus protocolarias reglas para poder decir más de lo que dice; la segunda, que la lengua es mero conducto de ideas y pensamientos y que poco importa su elegancia y estilo. Todos nos olvidamos de la tecera, el escritor no ha encontrado ni la musica de la lengua ni la música del ser que le inspira a tañerla. Solo cuando una lengua se encuentra ajustada su ritmo y a su música, presencias del misterio creador, el lector percibe que el autor fue lengua misma y fidelidad encarnada de la ética-estética.
Este afán de armonía se vislumbra puramente en la poesía. En la creación poética no existe la posibilidad de renuncias momentáneas al valor ético, no hay márgenes ni subterfugios a lo intrascendente para la significación del poema. Un poema es un valor ético-estético tal que lo anunciaba Juan Ramón Jiménez, pero también el lector debe mantener una posición ética y de valores morales frente al escritor y sus creaciones. Un lector es el espejo de ese valor anunciado por Valèry, la cueva, la bóveda en la que resonará, si existen, los acordes de los valores y los símbolos.