Hay algo que empareja Autobiografías ajenas, de Tabucchi, con Negra espalda del tiempo, de Javier Marías. ¿Una poética común, acaso? Ambos libros inspeccionan, con los ojos de un demiurgo que acaba de eyacular, los límites de los terrenos ficcionales. Los dos autores llegan a la misma conclusión, a una negra o ajena manera de revivir y evocar la escritura del pasado, al relato de lo que dejó de suceder en la ficción pero que estuvo en la ficción.
Dice Tabucchi que “la mentira no deja tener, en cualquier caso, cierta utilidad: sirve para definir los confines de la verdad”. Me pregunto ahora, a posteriori, si la lectura de Réquiem fue un ejercicio de insinuación onírica. Está claro, después de comenzar a leer Autobiografías ajenas, que ese presentimiento -que me llevaba a ver una clara influencia de los sueños en Tabucchi- se ha confirmado, al menos, y de nuevo, en manos de la ficción. También entiendo ahora que Sueños de sueños sea un libro genial, admirable en todos los aspectos.
Tabucchi realizaó un viaje a París en 1991 y una vez allí, sentado en un café, tuvo un sueño: era su padre hablándole en portugués. En un arrebato de escritura automática, escribió una cuartilla que guardó con celo hasta la noche. Cuando llegó al hotel, después de sus ocupaciones profesionales, volvió a leer lo que había escrito en la libreta. Lo eliminó al momento, no tenía, según él, ningún valor literario.
Dice Tabucchi que “la mentira no deja tener, en cualquier caso, cierta utilidad: sirve para definir los confines de la verdad”. Me pregunto ahora, a posteriori, si la lectura de Réquiem fue un ejercicio de insinuación onírica. Está claro, después de comenzar a leer Autobiografías ajenas, que ese presentimiento -que me llevaba a ver una clara influencia de los sueños en Tabucchi- se ha confirmado, al menos, y de nuevo, en manos de la ficción. También entiendo ahora que Sueños de sueños sea un libro genial, admirable en todos los aspectos.
Tabucchi realizaó un viaje a París en 1991 y una vez allí, sentado en un café, tuvo un sueño: era su padre hablándole en portugués. En un arrebato de escritura automática, escribió una cuartilla que guardó con celo hasta la noche. Cuando llegó al hotel, después de sus ocupaciones profesionales, volvió a leer lo que había escrito en la libreta. Lo eliminó al momento, no tenía, según él, ningún valor literario.
La historia del padre y su enfermedad la dejaré para otro momento.
La voz de su padre se había colado en el territorio de los sueños a través de otra lengua, la lengua portuguesa. El resto de la novela, Réquiem, la escribió en Portugués y además no fue él quien la tradujo al italiano. A partir de estas circunstancias, el autor comienza una indagación repleta de aciertos y bellísimas páginas sobre la relación de los sueños con las palabras, la vida con las invocaciones del pasado y la literatura como el caudal que las recoge a todas.
He querido soñar las páginas que Tabucchi lanzó a la papelera. En este instante en que escribo estas líneas me aborda una certeza: si digo conocerlas no tendré más remedio que escribirlas, hacer que existieron, escribir la negra página en blanco de los sueños. Al fin y al cabo él escribió los sueños de otros, de Pessoa, por ejemplo. Aquí te ofrezco, lector, las páginas perdidas de Tabucchi. No es mi destino el que yo cumplo soñando ahora por Tabucchi, sino el de un escritor que no soy yo.
“Quiso mi padre que yo lo evocara en aquel cafetín parisino. Imaginé la respuesta antes de su aparición: “Un universo en una sílaba, en una sílaba el universo. La pregunta la hizo en portugués, Quantas letras tem o alfabeto latino?, y entonces tuve que escribir una novela”.
La voz de su padre se había colado en el territorio de los sueños a través de otra lengua, la lengua portuguesa. El resto de la novela, Réquiem, la escribió en Portugués y además no fue él quien la tradujo al italiano. A partir de estas circunstancias, el autor comienza una indagación repleta de aciertos y bellísimas páginas sobre la relación de los sueños con las palabras, la vida con las invocaciones del pasado y la literatura como el caudal que las recoge a todas.
He querido soñar las páginas que Tabucchi lanzó a la papelera. En este instante en que escribo estas líneas me aborda una certeza: si digo conocerlas no tendré más remedio que escribirlas, hacer que existieron, escribir la negra página en blanco de los sueños. Al fin y al cabo él escribió los sueños de otros, de Pessoa, por ejemplo. Aquí te ofrezco, lector, las páginas perdidas de Tabucchi. No es mi destino el que yo cumplo soñando ahora por Tabucchi, sino el de un escritor que no soy yo.
“Quiso mi padre que yo lo evocara en aquel cafetín parisino. Imaginé la respuesta antes de su aparición: “Un universo en una sílaba, en una sílaba el universo. La pregunta la hizo en portugués, Quantas letras tem o alfabeto latino?, y entonces tuve que escribir una novela”.
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