Los diarios tienen vida propia, se convierten en espacios que van adquiriendo sus necesidades, un ritmo biológico. Como un organismo vivo posee un sistema parasimpático que, por ejemplo, controla la orina por la noche. Un diario jamás amanece orinado. En un diario, este sistema es capital. Una vez escritas las notas, volvemos a leerlas y a sentir el control tácito de su espacio. En un diario, la escritura se siente en libertad a pesar de la individualidad que lo impulsa. Algo así como el mágico elemento de la escritura misma, con un puñado de letras escribimos nuestras vidas. Ahora pienso que me encuentro en la mitad de un alfabeto. Construir una sílaba es el espíritu del escritor.
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Vi cómo se reía en cada página, cómo después de saltar de la silla, miraba alrededor para comprobar que seguía sólo. Sólo yo. En escena, dos personajes. El acto se efectuaba en un bar, entre sillas sin huéspedes. Uno de ellos leía, casi en voz alta y reía al mismo tiempo. Reía mucho. Yo me reía de lo que estaba contemplando: un tipo descuajaringado con un libro.
Antes de irme y de dejar allí sólo al individuo, no pude contener mi curisiodad. Al pasar a su lado miré el libro. Salí del bar con la carcajada en la boca, muerto de la risa. Mirando al mundo con la máscara puesta, la que nunca debimos quitarnos.
Antes de irme y de dejar allí sólo al individuo, no pude contener mi curisiodad. Al pasar a su lado miré el libro. Salí del bar con la carcajada en la boca, muerto de la risa. Mirando al mundo con la máscara puesta, la que nunca debimos quitarnos.
¿Y qué libro es? Qué intriga: porque por el efecto que causó en ti, me temo lo peor...
ResponderEliminarMuchas gracias, Octavio, por tus comentarios. Salud.
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