El hombre es un fragmento de un libro futuro. Mi imagen dejó de reflejarse en aquella parte del canal. Se había disuelto en el vaivén del pequeño oleaje que golpea sobre la piedra. Sobre la piedra de los siglos, sobre la anatomía de una ciudad. En ese momento comprendí que mi rostro formaría parte de un futuro reflejo, que mi rostro sería fragmento de un libro futuro.
Pienso todo esto después de unas décadas. He vuelto al mismo puente en que arrojé mi rictus al pausado movimiento de la laguna. Contemplé mi rostro. Tal vez la literatura no sea más que ese reencuentro.
Pienso todo esto después de unas décadas. He vuelto al mismo puente en que arrojé mi rictus al pausado movimiento de la laguna. Contemplé mi rostro. Tal vez la literatura no sea más que ese reencuentro.
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Con Cioran he aprendido a no escribir un hombre, a no decir este sentimiento que atrapa, a escribir con la indeterminación que es connatural al ser humano. Cioran escribe sobre la desolación, también sobre las quimeras. Jamás encontrará nadie en Cioran su desolación, jamás su absurdo. Por ejemplo, escribe: “Cuanto más se conoce a un hombre, más cerca se está de una fatal separación de él”.
El estado más humano en que puede entenderse un hombre es escuchando música. Tal y como se muestra Cioran en todo el libro, en cualesquiera de sus páginas. Cioran es un fragmento de un libro futuro, es materia de un libro futuro que suena y sentencia, que enciende y resucita las intrínsecas sentencias del olvido.
El estado más humano en que puede entenderse un hombre es escuchando música. Tal y como se muestra Cioran en todo el libro, en cualesquiera de sus páginas. Cioran es un fragmento de un libro futuro, es materia de un libro futuro que suena y sentencia, que enciende y resucita las intrínsecas sentencias del olvido.
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Fue el primer libro que compré del poeta José Ángel Valente, Fragmentos de un libro futuro. Ahora lo leo como una biografía. Hay un lector nuevo en cada momento, hay un lector que se impone tácitamente sobre cualquier otro que nos habite. Un lector es, en realidad, el perímetro del ser que se concede.
Cuando Valente escribe: “Estás/ en tu luz no visible, no engendrado,/único, el único”, me vuelvo a mi luz no visible en busca de el único, que allí me espera. Por eso vuelvo a Venecia, a aquel rincón que suspende a cualquier olvido, al mismo rincón en que las aguas dejan ver la luz no engendrada, la única que hace estar.
Cuando Valente escribe: “Estás/ en tu luz no visible, no engendrado,/único, el único”, me vuelvo a mi luz no visible en busca de el único, que allí me espera. Por eso vuelvo a Venecia, a aquel rincón que suspende a cualquier olvido, al mismo rincón en que las aguas dejan ver la luz no engendrada, la única que hace estar.
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Fijo mi atención en un cuadro de Magritte. me veo allí reflejado, entre otros cristales que vidrian la realidadd, entre otros fragmentos, algunos paisajes. Por cierto, suena una música. Allí se encuentra el que soy.
De mañana, leo estos párrafos y no puedo más que abalanzarme sobre los fragmentos que me reflejaron algún día en el poema "Acto Creativo" de Bukowski. ¿aún hallaré un tenue reflejo? Puede ser; puede ser que me falte libar un par de sílabas más...
ResponderEliminarGracias por tu plácida e inquieta escritura, autor...
Gracias a ati, león, por tu silabeo ultramarino. Salud, siempre, con baño de plata.
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