sábado, 3 de abril de 2010

¿Fin de Dublinesca?, -VIII-.

Habíamos decidido que cada uno terminaría la lectura por separado, pero Salvador me dejó una nota entremetida en el libro de Joyce. Era un mensaje cifrado. Eso me asustó, porque me vi inserto en un juego cuyas reglas desconocía. Decía la nota: “Leer desde la nada”.
¿Qué es leer desde la nada? Nada que temer se titula el libro de Julian Barnes que leo, precisamente, después de terminar con Dublinesca. Leer desde la nada…mientras leía la nota escrita a mano, en una hoja suelta, llamaron a la puerta. Golpearon varias veces con mucha energía. Alguien gritó su nombre antes de que me pudiera levantar. Alguien gritó su nombre y a mí se me congleó la capacidad de reacción, porque era imposible entablar una relación entre lo que sucedía y y lo que podría pasar, es decir, era un acto improbable: Samuel Riba, gritó la voz. Al escuchar el grito me quedé paralizado. Quieto. Mudo trágico. Sin embargo, lo único que fui capaz de mantener con fuerza fue el papel entre mis dedos, el papel que me había dejado Salvador. Contesté aún más fuerte: “Leer desde la nada”.
Cuando me levanté y abrí la puerta, sólo la lluvia se mantenía impenitente azotando los cristales, la transparencia y los sueños. Tenía la impresión de que faltaba la última pieza de aquella acción cargada de absurdo, fruto de la ligazón entre vida y ficción. Leí: “Tratar de ir en busca del arte de mi propio ser”. Creo que fui yo mismo quien golpeó la puerta.

***


Hora: Al mediodía, después de almorzar con una botella de tinto de la tierra de Cádiz, pescado frito, salpicón de marisco, queso viejo.
Lugar: En el salón de mi casa, en Jerez de la Frontera. Aunque ese salón sea lo más parecido a ninguna parte, al fin de los límites; aunque ese lugar sea para mí el territorio donde todo es posible.
Personajes: Salvador, Rafael, M.C y el que narra estas letras. Salvador terminó de leer el libro en dos días. Al término del mismo, hizo una serie de anotaciones musicales que nos la fue interpretando con la tranquilidad que le caracteriza. El teclado parecía rememorar el llanto de la lluvia dublinesa. Al interpretarla, todos sentimos parte de ese réquiem como un himno griego que exalta la existencia de una realidad.
Rafael, por otro lado, realizó unas ilustraciones después de su lectura. Retrató a Riba, a Nietzky, a Ricardo y a Celia. Incluso dejó un boceto de Walter. Otro de Joyce y de Beckett. Y sobre todo, dejó la humedad de la lluvia en sus láminas.
M.C. reía y advertía de los actos desaforados que estábamos realizando. Propuso, incluso, que tendríamos que haber ido a Dublín a celebrar la celebración del funeral de la era de la imprenta. Y leer allí el capítulo seis de Joyce, pero también las páginas de Dublinesca.
Acción: Lectura colectiva y un debate al final de la misma. Lectura en voz alta. Lectura dramatizada. Lectura silenciosa, individual. Lectura del silencio.
A mí se me ocurrió memorizar unas líneas del libro: “Si todo el mundo supiera ver el mundo así, piensa, si todo el mundo comprendiera que de repente todo puede ser nuevo a nuestro alrededor, no necesitaríamos ni siquiera perder el tiempo pensando en la muerte”. Después de pronunciar estas palabras, me dediqué a convencerlos de que cuando algunos ilustrados salen al paso de la evolución de la literatura y teorizan sin demasiados fundamentos, no hay más que volver a leer las obras que han jalonado la literatura y pensar: “Porque la realidad sabe escabullirse perfectamente detrás de una sucesión infinita de pasos, de niveles de percepción, de falsos sondeos. Se puede saber más y más sobre ella, pero nunca todo”.

Temas: La literatura de estos tiempos, es decir, la literatura. Los lectores nuevos de esta literatura. La de siempre, claro, la literatura.

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