EL escritorio ha quedado como un recoleto surtidor de variedades. Andan los libros revueltos, los bolígrafos y cuadernos, plásticos por encima, útiles que dejaron de serlo hace mucho, papeles escritos a mano. De todo el paisaje, como un lugar secreto, los libros predilectos. Virgilio y también Dante, cada vez más, Dante.
Está todo como uno, buscando una forma y una silueta a su naturaleza. En constante transformación, debe uno aceptar la naturaleza toda, los contrarios, y tañirlos al unísono en cada respiración sostenida. Si suena una música, una sola armonía, serremos en ella más que nunca.