LEO. RELEO. Anoto las palabras de los demás para escribir la lectura. Memorizo las palabras de los demás, sean falsas, sean verdaderas. me guío por el dictado del corazón, pues, disfruto en la frontera de lo irracional. Por ello, cuando leo me satisface en grado sumo que las palabras de otro, de otro hombre, de otro ser, lleguen a conmover -en el sentido del étimo- y provoque que escriba. Es quizás, en estos días, la única fuerza que lo provoca.
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"De las cosas que tienes escoge las mejores y después medita cuán afanosamente las hubieras buscado si no las tuviera", Marco Aurelio.
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El mundo nación sin palabras, pero había luz. Surgió sin hombres, pero había aritméticas invisibles.