martes, 2 de junio de 2015

ALGUNA que otra vez, me hablan de la filosofía y de la poesía. Llegan a decirme que, por ejemplo, este cuaderno, es más reflexivo que creativo. Aprendo de todo y me sitúo en esa perspectiva como lector. Claro está que el concepto de creación en la literatura moderna es más bien hábil y diverso, pero tengo unas palabras de Pessoa, escritas en su Diario, como las que pudieran definir, si hubiera que definir algún día algo de lo que uno escribe, este Trópico: "Soy un poeta impulsado por la filosofía, no un filósofo con cualidades poéticas. Me fascinaba observar la belleza de las cosas y dibujar lo imperceptible, lo minúsculo, que define el alma poética del universo".

Es lugar común que cuando los poetas concilian su obra con la filosofía, a la luz de la filosofía, acudan a Machado para entender esta relación: "Poeta ayer, hoy triste y pobre/ filósofo trasnochado [...]". Sin embargo, Machado no es un referente diáfano de esto que trato de describir. Aunque María Zambrano recupere el poema dedicado al olivo como uno de los ejemplos sublimes de esta concepción, me estoy refiriendo a la obra de Hölderlin, de Rilke, de Dante, de Parménides, de Leopardi. En estos autores, no hay razón expresada más que la razón poética, la razón luminosa de la poesía, quizás el subterfugio por el que el poeta pudiera atisbar eso mismo que Pessoa llamaba "el alma poética del universo".