AL ESCRITOR le deberían importar tres cuestiones: la inmortalidad del alma (de Platón), la trascendencia de las artes como forma estética de expresión ética y la causa prístina de la propia vida como naturaleza desnuda. Sean estos elementos definibles o no, sean estos elementos mera fabulación, desvían las letras de la mera vanagloria, -patética y triste-, y la dirigen hacia lo incierto, como deseaba Hölderlin.