lunes, 19 de octubre de 2015

LA literatura, es decir, la lectura supone una conversión, una transformación en el individuo que, toda vez que se experimenta e incropora al diario, lo torna todo en una lenta meditación. he pasado estos días atravesando Andalucía, de Cádiz a Córdoba, Granada, Almería. he visto la luz del mediodía en las alta cumbres de Granada, pero también la melancólica lengua de otoños revocados en la ásppera corteza almeriense. Córdoba era un estertor de soles y serrallos, de polifemos señoriales que atravesaban la nubes palpitantes. 
En todo ese viaje he estado fuera del tiempo del viaje; como en un relato, los sucesos de la historia no coinciden con el tiempo del relato: tengo para mí que nada de esto ha sucedido más que en mente. Hay un desgarro, una estación sentimental, profunda, en toda caminata, en todo tránsito. Débil, fragmentario, pero sujeto a una inexcusable fidelidad, los ojos quedan transmutados en la claridad de la noche sosegada.