la tesitura de lo estable en esta sala;
contrapunto de sueños y griales ocultos,
vorazmente la música predica el testamento
de Buda, el caballero de la mesa redonda.
[...]
Wagner confirió a la música la alzada de totalidad pretendida. Había leído a Schopenhauer con atención y detenimiento; interesado por las filosofías orientales, esto es, por las cosmogonías y las revelaciones intrínsecas en el individuo, compuso durante más de veinte años Parsifal, obra de paso, de la noche a la luz, de la transformación evidente en el ser.