lunes, 25 de julio de 2016

EN aquel roble me acordé de los robles parlantes de Dódona. Los lugares sagrados se han ido desconfigurando en el mundo contemporáneo; de los oráculos sagrados, de la geografía sagrada, en el sentido de Eliade, de la propia realidad a los centros de comercios, negocios y comerciales. 
En este sentido, el mundo sufre una desmoralización casi total; esto mismo, llevado al arte, a la literatura, tiene consecuencias nefastas.

Las propias profetisas se comunicaban con los poetas para que estos convirtieran en odas, himnos, ditirambos los mensajes de lo profundo; desde nuestra mirada actual, puede parecernos algo cargado de "fantasía", de inocencia antigua. A mí, sin embargo, me provoca una desolación y añoranza inexpresables, se nos pierde un mundo de referencias. 

Con el paso de los años voy tratando de entender la condición del mortal, pues creo que en esa búsqueda cae uno en la cuenta de todas las limitaciones, sus propios límites del ser; por eso pido opiniones, pregunto sin cesar y no me sorprendo de los cambios de preferencias de los poetas, lectores, escribientes. Por mi parte, sigo la voz, persigo la búsqueda del centro indudable, me entrego sin remiendos a la creencia de la poesía que ofrece símbolos de interpretación de lo que sucede, de la literatura que no se entrega a lo comercial y que no busca la alabanza de los otros. No escribo para contentar a nadie, ni siquiera para soliviantar mis propias ansias, tan solo lo hago por un impulso irreconocible que sucede en mí, que acontece a diario, que se impulsa con la lectura y que se hace diáfano cuando callo, contemplo, vivo la soledad.