sábado, 10 de septiembre de 2016

Café con Petrarca y Garcilaso

EN OCASIONES escribir en el diario es callar. Medita uno sobre las acciones de los que admira, realiza una cesantía en las lecturas, revisa lo que en el mundo antiguo se denominaba el status, aquello que luego se vertió a la lírica renacentista, con Petrarca, y que Garcilaso introdujo al convenzo de su soneto: Cuando me paro a contemplar mi estado...
Podría decirse que, en esta ocasión, ha durado más tiempo de lo previsto, de lo que en ocasiones utilizo para volver en mí y no dejarme arrastrar por el ruido de lo cotidiano. 
En casa estamos cariacontecidos por el futuro nacimiento de F. Nos tiene entregados, ha venido aureolado de emoción para los tres, nos ha vuelto a levantar la escala de amor y conmoción, pero ahora además con la vivencia de E. 
Por otro lado, me llegaban estos días las pruebas de Las contemplaciones. Páginas del 2011 de este Trópico y de los cuadernos que se han querido unir para formar una propuesta de visiones, lecturas, palabras y pensamientos alrededor de la vida, en la vida misma. Este hecho me ha provocado la a grafía; al tiempo que corregía de noche, dejaba de querer escribir, al tiempo que volvía sobre los pasos por donde me han traído a este estado, deseaba cambiarlo todo, volver a ese año de Escocia, de Italia, de lecturas, de vida que ya tan solo van a quedar en el perfil semántico de ese volumen. Habrá en él más verdad que en todo lo que yo quiera recordar de entonces. 
Puede que un lector, un escritor no halle nunca su estado más que en la literatura y que ese desasosegante circuito provoque la tentativa de la agrafía. Aunque, después de estos días de contemplaciones, pienso que todo es un círculo inmenso, repetitivo, de eterno retorno en que cada vez se hace más ancho si pertenecemos a la verdad, la belleza y el amor. 

Como todo individuo poseo las imperfecciones del mortal e incluso admito que soy un rufián y celoso de mí, pero siempre actúo con la verdad en la mano, por delante, a los ojos de todos, sin renunciar a los principios que soportan esta ínfima levedad, esta vida, que va ya atravesando su medianía.