VUELVO A LEER a Cioran. Un cisne negro, como Pessoa, ultraja la realidad para colocarla con la visibilidad del envés del tiempo. Lee uno a Pessoa, a Cioran, también a Hesse hipnotizado por la sucesión de ideas y realidades semánticas que se trenzan como una suerte de enigma. En un párrafo, puede uno encontrar toda una teoría filosófica y, sin duda, el epítome de una novela que no superaría estas breves anotaciones en grandeza y profundidad.
Puede que el tiempo en el hombre no sea más que una decadencia anunciada y material. la decadencia de todo lo que Platón anunciaba como la idea, el noumeno, quizás la fuerza teológica.
Dice Cioran en El libro de las quimeras: "Todo su proceso de decadencia no es más que un sucesivo distanciamiento de la existencia, pero no un distanciamiento por medio de la trascendencia, de la sublimación o de la renunciación, sino por una fatalidad parecida a la que hace caer a tierra la fruta podrida de un árbol. Toda decadencia es una deficiencia en la existencia y una pérdida de existencia, de suerte que la soledad del hombre es al mismo tiempo soledad de la nada y soledad del ser".
Huelga decir que somos esa fruta podrida del árbol con el paso del tiempo y que esa evidencia material y espiritual es la que nos confiere, precisamente, nuestra categoría en el universo. Es una reflexión de la nada, pues el tiempo presente es un eco vacío que transporta el deseo del pasado al futuro. En esa fisura, en ese pasaje raudo y casi volátil se encuentra la literatura, quizás, la poesía en su forma más exacta.