miércoles, 28 de febrero de 2018

La sustancia de lo vivido y de todo lo por vivir. Café con Aristóteles, Borges, Flaubert, Cervantes, Unamuno y J.R.J.

NINGUNA disciplina, ningún artefacto, ningún otro invento realizado por el hombre con artificio ha establecido una historia de los mortales, de los individuos como la Literatura. Porque no deja de ser la Literatura una forma narrativa y de asunción de querer entender lo que somos. 
Podríamos decir que la Literatura es una suerte de cosmogonía que cuenta con la virtud y, a veces, la rémora, de utilizar las palabras, las lenguas mismas con que nos comunicamos para lo menos trascedente del día. 
Con las lenguas convivimos y establecemos pautas de actuación que nos ordenan, nos alzan cívicos y nos hacinan como si todos fuéramos iguales ante todo. La Literatura participa de esa misma lengua e identidad pero introduce lo que ya había atisbado Aristóteles y los propios filósofos antiguos, todo lo que ha sucedido en la memoria de un individuo, sea esa acción tal o fingida, engaño o verdad, realidad o deseo termina por entenderse tal y como una realidad completa. El paso de la vida iguala todo en la memoria. Y ya Borges nos advirtió de que el recuerdo es siempre la última imagen del recuerdo no el recuerdo mismo. 

En ese salvoconducto la literatura provoca la indistinción entre lo vivido y lo narrado, entre lo leído y lo aparentemente vivido. De tal manera que la realidad y lo que llamamos ficción terminan por convertirse en un haz y envés de una vida. No se ensancha más la vida de un lector ni se hace más grande ni ajena, ni tampoco se viven más vidas si se lee más; la literatura detona, cuando se hace a la forma de Flaubert, una parálisis en el entendimiento que nos lleva a no saber dirimir en el suceso de la realidad. Cervantes, en esta encrucijada, escribió la obra definitiva. Unamuno quiso verlo en la niebla de su literatura. 

La literatura introduce todas las posibilidades narrativas de un mismo hecho, por no hablar de la poesía como el sublime acto de desvencijar lo aparentemente real. Decía que en ese forcejeo del intelecto con la realidad a los ojos y la realidad a la consciencia opera la Literatura con sus fauces de subversión. El poeta supo contenerlo en su palabra, en Espacio de  J.R.J. leemos lo siguiente: 


"Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo. Yo tengo, como ellos, la sustancia de todo lo vivido y de todo lo por vivir. No soy presente sólo, sino fuga raudal de cabo a fin. Y lo que veo a un lado y otro, en esta fuga, rosas, restos de alas, sombra y luz, es sólo mío, recuerdo y ansia míos, presentimiento, olvido".[...]   

En efecto, ...la sustancia de lo vivido y de todo lo por vivir y la consciencia plena de que no somos solo presentes sucesivos sino que contenemos el mundo porque el mundo para cada individuo ha sido precisamente esa suma de recuerdos, de alas giratorias del pasado y de desiderios del futuro. Todo en la vida se trastoca con la literatura en presentimiento, posibilidad, condición, estrato subjuntivo y posible que se desarrolla junto con lo más físico, presente, banal, materia del olvido. En esa conciliación la Literatura vértebra una estación ética y estética de la que no debemos apartarnos nunca porque ya pertenecemos al rudimento de lo literario tal que un personaje, un capítulo, una acción.