lunes, 5 de febrero de 2018

Ocho de invierno y de agua.


Cuando uno advierte la disarmonía no puede más que callar y huir. La valía de un individuo está en su natural transparencia.

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El verdadero murmullo recorre las galerías internas del individuo. En ellas se entona un himno natural, un silbo armónico que puede pasar sin más o alzarse en el itinerario de vida. Cuando eso ocurre todo es uno y nadie puede alejarse de ello. Exacta música del ser finito.

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Si, al menos, hubiera trino y flor en la poesía de ahora o música de vals en los jardines  o siquiera un canto veraz y lúgubre al oído atento; pero la ausencia de ti, poesía, en los que convocan tu nombre, es signo y defunción de la relación del poeta con la lengua y el cosmos.

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Un hombre solo, un mortal cualquiera puede figurar la inmensidad de su condición y no transmitirlo nunca. El arte desvela la consciencia de la especie en el individuo.

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Toda levedad se revuelve contra su propia naturaleza.

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La ausencia de la búsqueda interior provoca la disarmonía y la ingratitud desatadas, acaso los instintos  más banales. La búsqueda del ser, el deseo de armonizarse con el entorno todo, el yacimiento en el espíritu de la belleza, del bien, de la verdad nos hace humanos.

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Con García Baena muere también la carne viva de la poesía de raigambre pura y bella en lo contemporáneo, pero sus poemas son ya himnos ya diatribas de la música del ser en el jardín del verbo. Voz del Mediterráneo y surco alado en la tradición poética más necesaria y veraz.

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Hubo un tiempo en que literatura tenía en el periodismo su lugar de apariciones. En la actualidad no existe ni libro de estilo ni criterio de selección. También los premios literarios ejercieron función social del arte; ahora, uno y otro, cuartel de invierno de la mercadotecnia.