VERDAD es que en la búsqueda se halla la incógnita más que la respuesta. Y así cuando uno sigue leyendo los textos de los siglos pasados, sobre todo los que produjeron las mejores composiciones y en los que se aglutinaron los mejores escritores, hay una constante que se repite desde la antigüedad hasta nuestros días: todos fueron grandes lectores, lectores de raza, lectores omnívoros, lectores caninos, como decía el Doctor Samuel Jhonson.
Por esto mismo, ahora que ando revisando la biografía de Antonio Sánchez Jiménez, Lope El verso y la vida (Madrid, Cátedra, 2018), he ido a dar con unos versos de La Dorotea, acto IV, escena 3, que inciden en el ejercicio de la escritura y la lectura, a saber:
"¿Cómo compones? Leyendo,
y lo que leo, imitando;
y lo que imito, escribiendo;
y lo que escribo, borrando;
de lo borrado, escogiendo".
Ya Bartolomeo Ricci en 1541 publicó un libro que vertebró el concepto profuso en el Renacimiento de imitatio. El autor en De imitatione estableció, a grandes rasgos, tres tipos: el seguir (sequi), es decir, la imitación no transformadora; el imitar (imitare) y el emular (emulare).
Ante estos procedimientos, siempre recuerdo unas palabras de Petrarca en Epistolae Familiares.
que son luminosas: «[el poeta] ocultará su imitación de modo que no parezca similar
a ninguna, y así traerá de lo antiguo algo nuevo".De lo antiguo algo nuevo ese es el ejercicio coronario de la literatura, leer para escribir, leer para poder imitar emulando, para propalar nuestra débil voz en la armonía poderosa de la literatura esencial.
Toda la literatura acaso ha sido un ejercicio permanente de lo que se denomina imitación oculta, con vaivenes en ese diálogo de evocación que, a veces, ha necesitado enseñar las costuras, los hilvanes de lo que se copia para darle una vuelta de tuerca al asunto, tal que Cervantes o Borges.
"Compones, leyendo, imitando, escribiendo, borrando, escogiendo"... en esta gradación y recorrido que escribe Lope se encierra buena parte de su proceder como autor ceremonial y moderno, de consciencia sobre el fenómeno literario como algo orgánico, pero podría servir para resumir las cartas de Rilke a un joven poeta, los prólogos y ensayos de Borges, la altura de Cuatro cuartetos de T.S.Eliot o la magna narrativa de Thomas Mann.
Son tantos los senderos que un escritor debe recorrer antes de comenzar a escribir que me lleva al espanto los que manifiestan que la originalidad, lo novedoso, los rompedor es lo que hace la literatura. Encuentro un punto muerto del ámbito literario que, quizás, se empareja a la decadencia cultural general no solo de nuestro país sino de la propia cultura occidental. Poseemos una cultura ancestral, milenaria que nos ha edificado así como individuos, con valores e ideas, con libros y creaciones artísticas que nos conducen hacia un estar en el mundo armoniosamente. Todo lo que atenta contra la tradición, sin saber leer que es de ella desde donde se vuelve a nacer y a construir, es un monumento inequívoco de ignorancia.