ESTÁ el invierno lento, recogido en su seno
de hojas derramadas como fruto en sazón;
tan abierto a sus fauces de niebla y de rocío
que el cuerpo recupera la piedra de su estatua.
Y serpientes, las manos, y sarmientos, los pies,
abrigo de oración y plumaje al espíritu,
todo el gris se recoge en la cuerda sonora
de tus ojos llorosos porque el tiempo no existe.
Y eres, serás la sombra y refugio del alba
a la del alba tienes la hora, confín de vida.
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