El razonamiento del mundo es eminentemente lingüístico. Cuanto menos se lee más disminuimos nuestro ser en el mundo. Y no es cuestión de sumar páginas y volúmenes vacuos y serviles, sino de entrever en el texto esencial la verdad que somos, amarga levedad y dulce estar en nada.
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El oro de la tarde y la azucena,
la oración en el pecho, padre nuestro,
el largo meditar sobre la piedra
en el confín amado de tus hechos.
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