martes, 21 de abril de 2009

Ciclos y escrituras.


En la poesía se concentra apocalipsis: ella termina y acaba otro mundo. “Y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado”. Pasar, destino de la poesía, aun manteniéndose. La creación poética es lealtad y traición, sueño y realidad, belleza y desvelo de lo afeado. Antes de su ocultamiento, se anuncia con los trámites del ritmo, luego es sombra, eco, surco. La poesía es el estado de una visión imperecedera que muere al cerrar de los ojos y al término de su música. Órfica perfidia, símbolo de lo inhabitado, edificante murmullo de una melancolía de otro tiempo.

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Nos basta saber que gozamos de la existencia en nuestro cuerpo. De no ser así, la existencia es una falacia que nos conduce al nihilismo. El último tramo es la misantropía. Y tras ella, la muerte a solas. Como otra cualquiera.

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Estoy deseando atrapar el libro de Javier Cercas sobre el 23F, Anatomía de un instante (Mondadori, 2009). He leído varias reseñas y todas colocan la obra como una magistral obra que mezcla la historia con la ficción. Lo que se llama una historia novelada, vamos. Claro, ahora Cercas habrá renovado el género y entonces un batallón de críticos saldrán al encuentro de la vanagloria. Habrá que leer para juzgar. desde lego las críticas han dejado de orientar la trayectoria de la literatura, ahora sólo meditan cuánto van a glorificar o a reprender dependiendo de la editorial y de otras cuestiones, aledañs de la literatura.
Lo que sí puedo ir juzgando es la excelencia en la obra de Caballero Bonald. Su último libro de poemas, La noche no tiene paredes, (Barcelona, Seix Barral, 2009), mantiene la altura de sus anteriores libros. La cuestión es que el octogenario jerezano ha cultivado la prosa y la poesía con igual suerte. Sus novelas de la memoria, Tiempos de guerras perdidas y La costumbre de vivir son sublimes. esta trayectiria más su prosa dispersa y junto a su poesía configuran un corpus digno de un escritor ejemplar. Su manejo del idioma es difícil de encontrar en otros escritores. Y eso es un reseña escrita sola.


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Juan Filloy, en La Purga (Argentina, El cuenco de Plata, 2009): “Delacroix sostenía que la naturaleza es un diccionario en el cual hay que ir a buscar las palabras”. Y durante este fin de semana pasado, mientras paseaba por las pétreas calles de Úbeda y de Baeza, me he estad acordando de esta afirmación del pintor francés. Hay ciudades que dotan al paseo de una secuela, no poder desprenderse de la retina que nos persigue. La mirada se extravía hacia las virtudes del Cielo, de ese estado de antañó en que convivían los muertos, los vivios y los que estaban expectantes ante la muerte. Úbeda, Baeza, piedra y cielo.

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