viernes, 4 de julio de 2008

CONCIERTO ARMÓNICO

¿No estaremos enredados entre las garras de nuestras acciones? ¿No delimitan ellas gran parte de los que somos? Ahora, cuando el tiempo se dilata entre granos de calorina, sentimos que nuestras vidas se expanden con ellas, en sus entresijos. Dice Paul Valéry: “Lo que llamamos Tiempo es una noción tan tosca y confusa como lo era la de Fuerza antes de la dinámica. Llamábamos Fuerza, en general, a lo que se analizó finalmente como esfuerzo, fuerza, trabajo, intensidad, fuerza viva, potencia, aceleración, etc.
Una discriminación de este tipo debe ser preliminar a toda filosofía o metafísica del tiempo
” (Cuadernos 1894-1945, Galaxia/Gutenberg).

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En el Alcázar, todos los veranos, el tiempo se detiene y se diluye entre muecas ajardinadas. Cuando los conciertos comienzan a templar la noche, los instrumentos de otros tiempos mueven al espíritu a latitudes desconocidas para la naturaleza humana. Tomo la costumbre de que me aten a la silla, como un pasajero junto a Ulises, para refrenar mi entusiasmo. Los armónicos tomaron la noche; la noche se preñó de belleza; acaso la belleza irradió la eternidad por unos momentos.
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Siempre que vuelvo al Alcázar recuerdo la figura del palaciego Joaquín Romero Murube. Hay una escena, sobre la que volveré muy pronto, que une a Romero Murube y a Miguel Hernández cuando éste estaba en camino de la desesperación antes de ser encarcelado y de que la muerte levantara en él su vuelo. El caso es que Hernández fue a visitar a Romero Murube al Alcázar en busca de refugio cuando, con toda la mala suerte del mundo, por la otra puerta entraba Franco.
Rescato ahora un romance de Romero Murube, Romance del Jardín. Pertenece al libro titulado Siete Romances, publicado en 1937, una fecha harto significativa no sólo por las circunstancias que corroía el devenir de nuestra historia, sino porque Romero Murube dedicó el libro a Federico García Lorca, ya muerto meses antes. La cita reza así: " ¡A ti , en Vizna, cerca de la fuente grande, hecho ya de tierra y rumor de agua eterna y oculta!" Qué dedicatoria tan emotiva de un poeta a otro.

No es la fuente cuando corre
con cielos de musgo y plata,
ni la brisa entre las hojas
ni las aves cuando cantan.

No es la luz quebrada en oros
por el encaje de ramas
sobre la siesta profunda
del arrayán y la malva.

Es algo que está en la frente
o que por los labios pasa
otorgándonos la dulce
presencia de la esperanza.

Son oros desvanecidos
sobre yedras de murallas
con un tibio olor difuso
de soledades y savias.

...Es el jardín hecho tacto
sobre los pulsos del alma
cuando la luz de la tarde
brilla, ya muerta, en el agua.

2 comentarios:

  1. Muy bien traído este recordatorio de Romero Murube. Es bueno frecuentar las periferias de los grandes capítulos de la historia de la literatura. Y yo estoy tentado de decir que estas periferias del 27 son casi más interesantes que las avenidas principales.

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  2. Muchas gracias, José Manuel, por tus palabras.Ciertamente, esas arterias secundarias vehiculan en gran medida el torrente de las venas principales. Saludos.

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