martes, 8 de julio de 2008

SONATA DE OTOÑO EN VERANO

En este arrebato noventayochista que viene del invierno acabo de terminar Sonata de otoño (1902), de Valle-Inclán. Es ésta la sonata que abre el ciclo de las “Memorias del Marqués de Bradomín”, feo, católico y sentimental tal y como don Ramón María quiso que naciera. No volveré sobre el asunto de las novelas de 1902 ni a mencionar a Azorín, Baroja y Unamuno.
De todas las obras que llevo leídas de estos próceres de la regeneración no puedo señalar ninguna como la que sobrevuele por encima de ellas, es decir, todas me parecen obras de una calidad literaria inmensa, en la que la personalidad de cada cual funcionó a la hora de escribir. Sin embargo, el caso de la prosa de Valle-Inclán es un evento de tal calibre que no se debe dejar a un lado. Volveré a él cuando me disponga a terminar con esta reseña.
En estas sonatas algunos han visto (y yo mismo me sumo) una parodia de todos los tópicos de la época decadentista y modernista, de las actitudes que se aglutinaron en la época finisecular. En este aspecto, el juego de sensaciones dispares es descomunal y acrecienta la sensación irónica y socarrona del autor. El Marqués de Bradomín recibe una carta de Concha en la que ésta le relata sus ansias sexuales y sensuales que necesita soliviantar. Toda vez que se reúnen en el Palacio de Brandeso, Concha le dice al marqués que se encuentra enferma, en estado terminal. Todo ello bajo los velos de los decires mísiticos y religosos empadaos de retórica sexual.
La estructura circular del libro, porque empieza como termina, hace que sea la forma en la que está escrito el libro el aliento que guía sus páginas. Esto lo consigue Vallé-Inclán a la perfección, al igual que lo hizo García Márquez con Crónica de una muerte anunciada, por ejemplo. Páginas que se completan con el palacio dieciochesco, los jardines atosigantes y versallescos de las fincas gallegas, los sirvientes de nombres rimbombantes (Brión, Frisole…) e incluso un personaje como Juan Manuel de Montenegro que aparecerá de nuevo en las Comedias Bárbaras y como secundario en La Guerra Carlista.
Concha recopila todas las contradicciones que deviene de la mujer prerafelista por un lado, y de la sensualidad exacerbada por otro. Siempre se la describe como una mujer “monacal”, vestida de blanco “cartujano”, que rezuma todos los perfumes posibles de la naturaleza -en muchas ocasiones se le atribuye propiedades de las plantas, se zoomorfiza al extremo-. Está a punto de morir, pero siempre dispuesta a mantener relaciones sexuales con el vetusto Marqués; se encuentra en estado de aspiraciones místicas, pero rememorando gozosa las tardes de cama y las aventuras con otros hombres.
La obra se enlaza a través de secuencias de corto alcance, y fue esta de otoño la primera que se publicó en forma de libro; también es la que ciertos críticos consideran la que ofrece de la mejor manera las cualidades de este proyecto finisecular de Vallé-Inclán.
He dejado para lo último, sumado a los mil detalles y comentarios que se dejan en el cuaderno, el festín de la prosa del autor. Si bien es cierto que esta no es la mejor prosa de Vallé-Inclán, prefiero Tirano Banderas o cualquier acotación de sus obras de teatro o sus obras de corte teórico, etc. se convierte en un proceso acelerado de aprendizaje abrir cualquier página de este escritor: “el sudario ceniciento de la llovizna, un blanco de harina, barba senatorial y augusta, la luenga cola de su ropón monacal, azul heráldico, ojos de topacio, lloré como un Dios antiguo al extinguirse su culto,etc.”; A. Alonso nos avisó de la singular plasticidad de esta prosa que siempre busca las eufonías, las comparaciones, las metáforas, la búsqueda incesante de imágenes nunca vistas ni asociadas, en definitiva, un maestro de la lengua que es un maestro de la literatura. No siempre ocurre esta conexión ni siempre se dan los vínculos necesarios para que una obra anclada en la fría y nubosa Galicia pueda leerse sin remiendos actuales ni aparatos filológicos.
Ya sólo me queda Amor y pedagogía, de Unamuno, ¿por qué será que todas estas novelas son más bien novelas cortas o nivolas?

2 comentarios:

  1. Estimado Tomás, argivo destructor de ciudades, de Zeus descendiente, que porta la égida:
    Disuclpa por mis ausencias, tanto futboleras como blogueras. El caso es que estoy fuera de Sevilla y no tengo mucho acceso a la red.
    Como era de esperar, tus lecturas no cesan en su crecimiento. He observado que tomas a Aristóteles, la metafísica. Ahí es nada. Suerte en la bella empresa. Obra, sin duda, de difícil comprensión, pero de inmenso interés.
    Yo, por mi parte, me encuentro la mayor parte del día al otro lado de tu río, al otro lado de Doñana. Allí, entre dunas, sueño con los Tartessos.

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  2. Muchas gracias, ser de los tiempos remotos, barbado que en buena hora ciñó espada, por tus palabras, son como el siroco marino en estos tiempos estivales. Saludos miles.
    Tomás

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