Los libros llevan a los libros, ¿a qué lleva la vida? Cuando decidí iniciar una serie de anotaciones titulada “Escribir la lectura”, pensaba incendiar con el verbo aquellas inquietudes que surgían al leer. Venía influido por la lectura –qué si no- de varios diarios y de varias obras recopilatorias que tenían el común denominador de existir gracias a la lectura suelta y discontinua y no a una tremenda ansia de “novelización”, si así puede nominarse a las novelas de ahora. En definitiva, intento con ello darle pábulo literario a los apuntes que mueren en los márgenes de los libros, a las anotaciones desmayadas en el moleskine, en fin, rescatar lo que quedará en eso que Javier Marías llamó, y tan bien, la negra espalda del tiempo.
Por este motivo, cuando en el último libro de Vila-Matas se subrayaba la elegancia y la inteligencia de varios lectores, rápidamente anoté los títulos a fin de comprar los libros. Uno de ellos es Julián Gracq y su libro Leyendo escribiendo (Fuentetaja, 2005). Un título perfecto. El título que puede resumir la obra de Borges, un título en marcha, que gerundiza el mecanismo de la lectura como aquél que jamás se interrumpe y cesa, como un movimento de noria que no desfallece y que necesita, a su vez, de ese movimiento perpetuo, diría Monterroso, de leer para escribir.
Julián Gracq recogió para este libro las anotaciones más interesantes que había dejado en sus cuadernos durante los años setenta con la intención de darle unidad a unos apuntes dispersos. El resultado es magnífico. Un libro que está escrito sin idea inicial, sólo bajo los efectos de la literatura. Cada uno de sus apartados es capaz de abrir nuevos horizontes e interpretaciones, sobre todo en autores franceses y en especial de Stendhal y Proust.
Julián Gracq es el pseudónimo de Louis Poirier (1910) y es uno de los pocos escritores franceses que han publicado en vida en la Biblioteca de la Pléiade. Gracq fue profesor de Historia en un Instituto, pero actualmente vive retirado en una casa en la isla de Batailleuse. En ese retiro se dedica a leer y escribir, leyendo escribiendo, en pocas palabras. Esto fue lo que llamó la atención de Vila-Matas, la extraña forma de vida de un autor francés que jamás se ha sentido tentado por las vanaglorias que envuelven a la literatura.
Llegué a la lectura de este solitario gracias a un libro que habla sobre su obra. Una obra con la que me identifico a la luz de esta sección titulada "Escribir la lectura". Los arañazos de Gracq a la conciencia y su mayestático ejercicio justifican la escritura de este tipo de páginas. No sé si con ello se consigue deturpar las características del sueño en otros siglos, pero uno se apega más a las ensoñaciones irradiadas desde la disolución de la historia que a las antiguas maneras de la novela, esas que pretenden seguir distrayendo sin deleitar. Al menos el deleite pesa en mi conciencia junto a la satisfacción estética y ética de la literatura, no arropada en los cantos modernos y pasajeros de las tendencias que nacen muertas.
“¿Al margen de las diferencias individuales, hay una manera de soñar propia de cada época?¿El estilo onírico característico de una época se modifica al mismo ritmo que el estilo de sus realizaciones calculadas y concretas?”.
Por este motivo, cuando en el último libro de Vila-Matas se subrayaba la elegancia y la inteligencia de varios lectores, rápidamente anoté los títulos a fin de comprar los libros. Uno de ellos es Julián Gracq y su libro Leyendo escribiendo (Fuentetaja, 2005). Un título perfecto. El título que puede resumir la obra de Borges, un título en marcha, que gerundiza el mecanismo de la lectura como aquél que jamás se interrumpe y cesa, como un movimento de noria que no desfallece y que necesita, a su vez, de ese movimiento perpetuo, diría Monterroso, de leer para escribir.
Julián Gracq recogió para este libro las anotaciones más interesantes que había dejado en sus cuadernos durante los años setenta con la intención de darle unidad a unos apuntes dispersos. El resultado es magnífico. Un libro que está escrito sin idea inicial, sólo bajo los efectos de la literatura. Cada uno de sus apartados es capaz de abrir nuevos horizontes e interpretaciones, sobre todo en autores franceses y en especial de Stendhal y Proust.
Julián Gracq es el pseudónimo de Louis Poirier (1910) y es uno de los pocos escritores franceses que han publicado en vida en la Biblioteca de la Pléiade. Gracq fue profesor de Historia en un Instituto, pero actualmente vive retirado en una casa en la isla de Batailleuse. En ese retiro se dedica a leer y escribir, leyendo escribiendo, en pocas palabras. Esto fue lo que llamó la atención de Vila-Matas, la extraña forma de vida de un autor francés que jamás se ha sentido tentado por las vanaglorias que envuelven a la literatura.
Llegué a la lectura de este solitario gracias a un libro que habla sobre su obra. Una obra con la que me identifico a la luz de esta sección titulada "Escribir la lectura". Los arañazos de Gracq a la conciencia y su mayestático ejercicio justifican la escritura de este tipo de páginas. No sé si con ello se consigue deturpar las características del sueño en otros siglos, pero uno se apega más a las ensoñaciones irradiadas desde la disolución de la historia que a las antiguas maneras de la novela, esas que pretenden seguir distrayendo sin deleitar. Al menos el deleite pesa en mi conciencia junto a la satisfacción estética y ética de la literatura, no arropada en los cantos modernos y pasajeros de las tendencias que nacen muertas.
“¿Al margen de las diferencias individuales, hay una manera de soñar propia de cada época?¿El estilo onírico característico de una época se modifica al mismo ritmo que el estilo de sus realizaciones calculadas y concretas?”.
a seguir gerundizándonos amigo tomás!
ResponderEliminarQuerido "afuerero", gracias por tus comentarios. Saludos.
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