viernes, 21 de junio de 2013

E. comenzó a andar sola ayer por la tarde. Nuestros ojos se impregnaron de un asombro inaudito con sus pequeños pasos sobre el piso. Un paso, un desequilibrio, otro paso, el cuerpo tambalea, un paso más, sus ojillos disimulan el estupor, y otro y otro, su cuerpo busca el equilibrio vertical con el mundo. 
E. nos miraba sin buscar auxilio, pero comunicando que estaba realizando una nueva acción. Parecía contener la consciencia de que comenzaba a formar parte de la especie que la acoge. 
Fue una escena puramente emocional, que estuvo cargada, sobre todo, de amor. El amor lo aroma todo con su cuerpo cuando es verdadero; sin palabras, vertebra las acciones y es tan claro su poder, tan evidente su presencia como cuando no está.  

E. nos ha conciliado con nonatas dimensiones que poseemos como seres humanos que antes no atisbábamos a comprender, a equilibrar como ella, en la consciencia, en esa dimensión verdaderamente humana y reconocible en pocos individuos. E. ha agrandado lo que de puro y cierto hay en la vida y ha concluido achicando lo accesorio. 

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Me llega una misiva de A.G.L. La leo con detenimiento. Está atravesando un momento difícil por las enfermedades y achaques de la mujer. Hay un desconsuelo en sus palabras, pero al igual que una consolación. Su caligrafía es la de siempre, robusta, envirotada, impresa fuertemente sobre la tarjeta por la fuerza de su puño. Su puño es su voz y su voz está todavía en el sur. 

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M.C. me anuncia que va a comenzar a leer Moby Dick. Me lo dice de soslayo, casi sin detenerse en esa afirmación. De pronto, me quedo pensando en las fuerzas que la han llevado a escoger esa lectura. Cuando me ve pintiparado, quizás dejando a las claras demasiado desconcierto, termina por decirme que será después de leer la Commedia, de Dante.    

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Tras la lectura de algunos pasajes del I Ching y de las palabras que le dedica Carl Gustav Jung comienzo a escribir un poema. Brota una palabra, un término, una secuencia. La totalidad del tiempo y la vida como una escritura invisible de no se sabe qué libro. De un libro que no hemos escrito más que con la consciencia que va, poco a poco, anchurándose