martes, 4 de junio de 2013

MATIZA T.S. Eliot el alcance de las influencias literarias en el artículo titulado "Lo que Dante significa para mí", incluido en La aventura sin fin. Distingue entre la influencia concreta, en distintos periodos de la vida, de aquellos poetas que dejaron una enseñanza eventual, necesaria, pero perecedera, frente a los autores que no pueden limitarse a un ciclo exacto, sino a toda una vida. De la primera categoría señala a Baudelaire  y a Laforgue; de la segunda, es lo que le sucede al autor de Los cuatro cuartetos con Dante. Al leer estas consideraciones, me he sentido identificado con las razones que aporta Eliot para tomar las infuencias en uno o en otro sentido. 

Recuedo la lectura deslumbrante de Rubén Darío, el tobogán fónico, las palabras engalanadas de sonoridades, la música estallando; recuerdo la serenidad de Machado y la complicidad con la infancia; la arcaica manera de Garcilaso unida a la belleza de lo nombrado; recuerdo a Pessoa y también a Neruda...a muchos poetas y escritores que, en su momento, ayudaron a leer no solo los libros sino el mundo como himno musical y poético. Con el tiempo, esas influencias van quedando fósiles, existentes, pero carentes de vida, frente a Dante. 
Cada día, afirmaba Manguel, no puedo ir a la cama sin leer un "Canto". No llego a ese extremo, pero sí es cierto que la palabra de Dante alcanzó cotas de entendimiento para lo humano que traspasan lo meramente literario. La obra es un tratado de los mortales sin espacios ni tiempos.    

Afirma Eliot que la tarea del poeta es hacer comprensible lo incomprensible y que, para ello, debe valerse de palabras y recursos que otorguen mayor rango de emoción y percepción. En estas exploraciones luminosas arrojan luz donde no la había antes; vida, entendimiento donde nunca hubo nada para el resto de hombres. Entiende Eliot que el poeta debe encontrar el tesoro de la expresión bella y justa. Para ilustrar sus palabras propone un ejemplo con el término "transhumanar" que Dante utiliza en este pasaje prodigioso:

"Nel suo aspettontal dentro mi fei,
qual si fé Glauco nel gustar de l´erba
che´l fé consorto in mar de li altri dèi.
Trasumanar significar per verba
non si poria ; però l´essemplo basti
a cui esperienzia grazia serba

La paradoja de la vida del escritor consiste en que pasa la mayoría del tiempo siendo lector. Como una máscara, personae, participa de la literatura (drama) com un ser ambigüo, bifronte, que la mayoría del tiempo está alimentando su espíritu con la acción de leer y que, las más de las veces, escribe más como ejercicio que como demiurgo de realidads perennes. La lectura se raliza en silencio, así la escritura. El silencio es un origen y fin, ciclo de soledades.  
Por último, me atrevo a decir que la lección de Eliot leyendo a Dante puede que posea más valor que muchos de los versos que pergeñó en sus obras.