miércoles, 26 de junio de 2013

HOY, al contemplar los campos cuajados de girasoles, he vuelto a escribir. Durante unos días, me he dedicado a pensar, a meditar mucho sobre la realidad, sobre toda la realidad y a leer, a leer textos que no fueran literarios. Ensayos, informes, obras divulgativas que han vuelto a situar la literatura en su órbita más exacta. Podría afirmar que he estado fuera de lo literario y que vuelvo con más claridad como lector.

A cada nombre ejecutaba lo que Juan Ramón Jiménez: la esencialización. El aire ha sido Aire, un cielo ha sido Cielo, el amor ha sido Amor. Un completo idilio entre lo que sucedía a mi alrededor y lo que mi mente filtraba. La noche se ha convertido en el espacio idóneo para dialogar y reflexionar. Indagaciones sobre los límtes, eso es, he conducido mi pensamiento al límite del raciocionio, del corto raciocinio que puedo aplicar al cosmos.  

He llegado a la conclusión de que la poesía debe alejarse de los sentidos. He releído muchas veces, por ejemplo,  el poemad de Ruben Darío "Lo fatal" y he realizado la lectura con nuevs bríos, como un lector novísimo:

ni mayor pesadumbre que la vida consciente

Los giraoles marcan en el campo, en cada loma invadida, las presencias de Naturaleza. el hombre debe contener las dinñamicas de la naturaleza; debemos observarla, apreciarla con el amor debido pues en ella sostenemos nuestros pasos. La poesía debe ser como ese campo de rocío que amenece en cada estación plagado de girasoles, de volátiles amarillos al aire, de ínfimas presencias que son espejismo cada año.