domingo, 8 de mayo de 2016

El proceder de la belleza en la palabra poética.

HAY POETAS que presentan en sus poemas buenas ideas, propuestas brillantes que, sin embargo,  no terminan de encontrar su forma más perfecta de expresión. Otros, hacen de la forma la idea: he ahí la excelencia. De estos últimos, J.R.J. es el ejemplo supremo y su obra es, además, testigo de esa continua transición de lo pensado a lo escrito, escrito en forma poética, en el razonamiento, como decía María Zambrano, luminoso. 
Caballero Bonald pertenece a los primeros: lee uno un verso, un enunciado en Desaprendizajes y pareciera que iba a comenzar un poema que preconiza una idea bella, pero todo se termina al instante, en el silabeo siguiente. Eso no es desmerecer una creación, considerarla de menor calado, también es virtud, en los poetas, sugerir y dejar el vaticinio en la mente del lector. Sin embargo, termina uno siempre con la sospecha de que el poeta hubiera tenido que callar o que saber callar cuando hubiera tenido la consciencia de esta falla entre pensamiento y palabra. Lee uno en un poema de este calado, "Todas las bellezas", lo siguiente: "Todas las bellezas posibles están implícitas en la suya". 

Es un verso que si lo insertáramos en un poema de Borges o del Coleridge pasaría inadvertido, por implícito. El posesivo marca todo lo que ha ido definiendo y describiendo, pero intuyo que si el poeta hubiera seleccionado la prosa como medio expresión, este texto no quedaría en mero tanteo, sino en procedimiento de eso mismo que nombra el título, el proceder de la belleza en la palabra poética.

Luego están los que no manifiestan ni siquiera una idea prístina en el poema, un pensamiento que el lector pueda llegar a presentir, a intuir. Esos poetas son los que triunfaron hace unas décadas y siguen anquilosados en el sentir popular y político de la poesía.Los que ocupan los premios, los que asaltaron la faz pública de la poesía. 

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Las citas literarias me fascinan, no hay proceder en la creación más poderoso que el de la cita, la intertextualidad. Pudiera parecer que Cervantes fue el ingenio de esta creación que se apodera de otros libros, de las palabras de otros, para construir la suya propia. No es el caso, el trabajo viene de antiguo, pero siempre un proceder honrado, marcando los nombres sea cual sea la fama de estos. 
Tomar las palabras de otros pero marcándolas, diciendo quién las escribió, no con el trampeo moderno de coger las razones de otros y hacer un texto que parezca mío. Eso no es literatura, eso es ser un escritor contemporáneo sin escrúpulos. 
Así, cuando cito en este diario, lo hago desde el comienzo, rindo tributo explícito a los autores que me han nutrido, es más, las líneas exactas que me han llevado a poder escribir tal o cual cosa. Esa es la música del Trópico, la de las voces plurales que se convocan para hacerlas sonar juntas en una nueva realidad literaria. 
Eso es humildad y es fraternidad en la literatura, lo demás es vanagloria y ego, coger de los demás sin decir quién es porque en el mundo literario actual ese nombre no consta. Si lo estás leyendo, lo sabes.

El lector es esa figura que hilvana las lecturas de distintas épocas en una misma estación: de Virgilio el lector puede trazar enlaces con Herman Broch,de Dante puede uno tiznar sus páginas hasta Borges. 
Esa lectio antigua es el legado que los lectores pueden establecer para los hombres de las distintas épocas, la clarividencia en las turbias aguas del presente de las corrientes aguas, puras, cristalinas del pasado.