Con patente de corso he leído en una entrevista a Arturo Pérez Reverte en El País, una afirmación vilamatiana, de esas que se clasifican inmediatamente como metaliterarias o metafictivas y que tanto irrita a los que buscan en el libro un meneo aventurero o un tobogán de espadas o malandrines. "El libro que no te lleva a otro es estéril, fallido", eso ha dicho Pérez Reverte, y por unos momentos, me he quedado cavilando sobre la posibilidad remota de que en literatura exista un territorio de encuentro, una especie de aleph, en que por un camino o por otro, la literatura sea un jardín de senderos que se bifurcan, pero que terminen enjugados por la misma sustancia.
En ese sistema de la literatura, cada libro viene a ser una delicada parte: una letra, un sonido, una sílaba de un lenguaje singular y propio. Hay libros que sólo alcanzan el nivel fonético y no pueden trascender más allá de las pretensiones epidérmicas del ser. Otros se instalan en el nivel semántico y producen nuevas significaciones a la vida humana, maneras insospechadas de dotar de significado a la vida. Sin embargo, hay libros que son la literatura misma, que de ellos emanan otros libros porque lo contienen todo, participan de todos los niveles y los reinauguran, se inoculan en el espíritu. Cervantes, Shakespeare, Montaigne, Platón, Aristóteles... son algunos autores que engendraron el seno de ese aleph.
En ese sistema de la literatura, cada libro viene a ser una delicada parte: una letra, un sonido, una sílaba de un lenguaje singular y propio. Hay libros que sólo alcanzan el nivel fonético y no pueden trascender más allá de las pretensiones epidérmicas del ser. Otros se instalan en el nivel semántico y producen nuevas significaciones a la vida humana, maneras insospechadas de dotar de significado a la vida. Sin embargo, hay libros que son la literatura misma, que de ellos emanan otros libros porque lo contienen todo, participan de todos los niveles y los reinauguran, se inoculan en el espíritu. Cervantes, Shakespeare, Montaigne, Platón, Aristóteles... son algunos autores que engendraron el seno de ese aleph.
Por todo esto, me alegro sobremanera de que, de vez en cuando, alguien que practica una literatura que no es de mi total agrado, confirme que ésta es simple y compleja, única y universal, un útero edificante que procrea a pesar de los bastardos que le salen alrededor.
Un libro que no te conduce a otros libros es un libro estéril, y hace poco hablé de la fecundidad del lector como el disparadero de las lecturas que se esconden, como marcas de agua, tras las líneas de un libro.
Ciertamente la frase es tan acertada que uno acaba pensando que no puede proceder del sr. Pérez. En cualquier caso esa sentencia está en la base de Diario de lecturas de Alberto Manguel, en cuya selección como lector demuestra y lleva a cabo el salto, la comunicación, el tobogán (temporal, espacial) que supone ir de un libro a otro...
ResponderEliminarHas conseguido el milagro de ver algo positivo en Pérez Reverte. Enhorabuena, Tomás.
ResponderEliminarÍba a escribir un comentario breve, y veo que Octavio se me ha adelantado.
ResponderEliminarY de paso, enhorabuena por el blog, que visito con cierta frecuencia aunque no deje comentarios.
Un abrazo
La afirmación de Pérez Reverte es, en el fondo, de perogrullo. Y no me refiero sólo al ejemplo de un escritor. ¿Qué lector no llega a un libro de la mano de otro? ¿Quién no ha leído al escritor X porque te llevó el escritor Y (al que te llevó el escritor Z que, por otro lado, también te lleva a X)?
ResponderEliminarOs propongo esta pequeña reflexión: Con frecuencia ocurre que cuando leéis a un escritor que os gusta, éste os sorprende citando a otro cuya obra ambos admiráis "en secreto".
Hace poco me pasó cuando empecé a leer el primero de los diarios de Jiménez Lozano. Lo primero que leí al abrir el libro fue una cita de Jünger, al que tributo un encendido homenaje casi a diario.
Saludos
pues sí tomás, de un libro a otro, así andamos...
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios, a los nuevos allegados, como Mery, y a los ya conocidos como Octavio, Manolo y Jaime.Así, quiero centrarme en el comentario de Rafael y dejar en claro algún matiz que me ha surgido tras leerle. No me parece de perogrullo la afirmación de Pérez-Reverte porque no todos los libros te conducen a otro libro y no todos los lectores son capaces de ir creando su "árbol de la literatura". Además, confundimos, yo el primero y en exceso, la aventura del lector con la suerte que procura en libro en sí. Es decir, no todos los que hemos leído el Quijote hemos leído después el Amadís de Gaula, no todos los que hemos leído a Heidegger hemos transitado por las obras de los presocráticos al completo. En definitiva, ya lo esbozaron Cortázar y Eco con sus "lector macho" y "lector in fabula", respectivamente. Acaso la suerte de un libro corra de la mano de un buen lector y creo ,sinceramente, que para que un libro lleve a otro se tiene que dar dos condiciones: la primera, el libro tiene que llevar en sí a otros libros. La segunda, tiene que existir un lector que los vincule.Por eso me parecen acertadas las palabras del Corso- Reverte, son atinadas para la primera condición.
ResponderEliminarBueno, aquí lo dejo...
Salud.
Gracias por vuestros comentarios, a los nuevos allegados, como Mery, y a los ya conocidos como Octavio, Manolo y Jaime.Así, quiero centrarme en el comentario de Rafael y dejar en claro algún matiz que me ha surgido tras leerle. No me parece de perogrullo la afirmación de Pérez-Reverte porque no todos los libros te conducen a otro libro y no todos los lectores son capaces de ir creando su "árbol de la literatura". Además, confundimos, yo el primero y en exceso, la aventura del lector con la suerte que procura en libro en sí. Es decir, no todos los que hemos leído el Quijote hemos leído después el Amadís de Gaula, no todos los que hemos leído a Heidegger hemos transitado por las obras de los presocráticos al completo. En definitiva, ya lo esbozaron Cortázar y Eco con sus "lector macho" y "lector in fabula", respectivamente. Acaso la suerte de un libro corra de la mano de un buen lector y creo ,sinceramente, que para que un libro lleve a otro se tiene que dar dos condiciones: la primera, el libro tiene que llevar en sí a otros libros. La segunda, tiene que existir un lector que los vincule.Por eso me parecen acertadas las palabras del Corso- Reverte, son atinadas para la primera condición.
ResponderEliminarBueno, aquí lo dejo...
Salud.
Tomás, en lo esencial estoy de acuerdo contigo. Un libro tiene que llevar en sí otros libros; y debe existir un lector que los vincule. Aquí está la clave: en la recepción.
ResponderEliminarSi sólo leemos el titular de la entrevista, la afirmación de Pérez Reverte es ambigua; al leerla en su contexto, no hay duda de que se refiere a su experiencia personal, de ahí que piense que es redundante.
Mi "desliz" ha sido pasar sin transición del caso concreto de este escritor al mío propio, dando además por sentado la presencia de un lector ideal que no existe.
Los artículos de Reverte son geniales
ResponderEliminar¿qué más podemos pedir?
Reverte es un grande, le guste o no a "la crítica"
Tan aceptable es tu opinión como la de otros, anónimo.
ResponderEliminar