Esas relaciones, como acción y creación independientes del
hecho en sí de la palabra literaria, son el territorio en que deseo crear mi
lectura. Fértil, húmeda, dimensionada por las formas y los cauces de expresión,
avivada por el pensamiento y siempre, siempre rítmica estación de verdad y de
pureza.
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Suena Parsifal en toda la casa. E., cuando ve que me dirijo
al equipo de música, comienza a mover el cuerpecito de un lado a otro y pone una
sonrisa en la mañana. “Música”, le digo, “música” y ella sigue riendo y
moviéndose de izquierda a derecha. Le sucede sobre todo con Mozart y Vivaldi, pero hoy, al comienzo de
Parsifal ha danzado de otra forma, con otra entereza.
Esto me ha dejado pensando
en las significaciones ocultas para mí de la música y en la universal
naturaleza de su materia: el sonido y el ritmo. E. vino al mundo ya con el sonido en su
cuerpo, sin palabras, solo con la presencia del ritmo. ¿Estaría reconciliando
ella esta mañana, pequeña y límpida edad, su vida con el mundo?
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El ser está en constante expansión, el ser del arte y del hombre que lo vive. Ars vivendi es un estarse en expansión diversa. Lo razona Simmel con una pasmosa claridad en su palabra. El breve texto sobre Roma consiente una intensa relectura y una continuada reflexión. Simmel nos pone en claro la diversidad que somos aun necesitando la unidad que nos configura y asiste desde lo hondo: " así, como es deber de la moral crear, a partir de los intereses desligados y antagonistas, una unidad conciliada, así también uno de los motivos últimos de la satisfacción estética consiste en descubrir o crear una unidad a partir de un sinfín de impresiones, ideas y sugerencias en constante expansión.
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Se titula "El alba", es un solo de laúd. Parece una garganta de la aurora sobre los collados y colinas acrecentando la luz y el infinito.