VALÈRY dijo que la sintaxis es un
valor moral. Esto mismo algunos lo aplican a los escritos políticos,
periodísticos o culturales de la actualidad. Es posible hacerlo ya que
la lengua todo lo crea y todo lo limita al igual que la ética, pero me
quiero referir al valor moral de la sintaxis en la Literatura, pues es,
en la creación literaria, el espacio en que la lengua se vuelve contra
ella misma, se revuelca con sus taras y sus maravillas para intentar
metamorfosearse en una nueva lengua. La lengua de siempre con los
conceptos de nunca.
Si
el escritor no cabalga con ritmo propio en la sintaxis de una lengua
puede sucederle dos cosas; la primera, que concluya, desde la vanidad,
que la lengua necesita romper sus protocolarias reglas para poder decir
más de lo que dice; la segunda, que la lengua es mero conducto de ideas y
pensamientos y que poco importa su elegancia y estilo. Todos nos
olvidamos de la tecera, el escritor no ha encontrado ni la musica de la
lengua ni la música del ser que le inspira a tañerla. Solo cuando una
lengua se encuentra ajustada su ritmo y a su música, presencias del
misterio creador, el lector percibe que el autor fue lengua misma y
fidelidad encarnada de la ética-estética.
Este
afán de armonía se vislumbra puramente en la poesía. En la creación
poética no existe la posibilidad de renuncias momentáneas al valor
ético, no hay márgenes ni subterfugios a lo intrascendente para la
significación del poema. Un poema es un valor ético-estético tal que lo
anunciaba Juan Ramón Jiménez, pero también el lector debe mantener una
posición ética y de valores morales frente al escritor y sus creaciones.
Un lector es el espejo de ese valor anunciado por Valèry, la cueva, la
bóveda en la que resonará, si existen, los acordes de los valores y los
símbolos.