lunes, 13 de mayo de 2013

CUANDO me encuentro falto de estímulos acudo a Valèry: él testituye todos los que hubieran. Anoto en los márgenes, releo lo que hubere anotado antaño y vuelvo a leer sus Cahiers de hito en hito:

"el hombre solo es hombre en la superficie. Quitas la piel, disecas: aquí empiezan los mecanismos, entonces te pierdes en una sustancia insondable, ajena a todo lo que conoces y que sin embargo es esencial".

La materia insondable que cristaliza en el arte, en la creación humana de las formas estéticas que trasladan al mundo una posición ética frente a él. Un hombre, cuando escribe un poema o levanta una catedral, está ejerciendo un acto de humanidad: ofrece al mundo lo que es del mundo. En ese momento, deja su persona para ser en la totalidad, plural, en la armonía de la condición que lo sustenta. 

Con estas palabras de Valèry me sucede lo mismo que con las que escribió Keats a Benjamin Bailey el 22 de noviembre de 1817, a saber:

"Solo estoy seguro  del carácter sagrado de os afectos del corazón y de la verdad de la imaginaciónc-lo que la imaginación capta como belleza tiene que ser verdad ...así exista previamente o no". 

Leo palabras referidas a la esencia del mundo, tanto de las que anidan en el interior del hombre como de las que orbitan en los objetos y en las ideas. Unas y otras se muestran verdaderas, puras, sin atisbos de falseamiento. En todas ellas es necesario la limpieza de epíritu para apeciarlas, al menos, para haver batir su eco coral en nuestro estrecho entendimiento.