miércoles, 11 de junio de 2014

HAY músicas, palabras, acciones que nos congracian con lo humano, que revisten la eventualidad de una suerte de confabulación al tiempo para desmoronarlo todo hacia lo incierto. A sabiendas de que todo pudiera estar sometido a una distorsión de la verdad, de que todo resultara ser nada,  creo que existen ciertamente naturalezas verdaderas (limitadas, vituperadas por la condición humana) pero orientadas hacia la luz, hacia lo justo y bello. 

Como dice George Steiner: "Todos los actos filosóficos, todo intento de pensar son irremediablemente lingüísticos". Este mecanismo fue lo primero que advirtieron Platón y Aristóteles; Wittgenstein lo combatió hasta el extremo y la dislocación, pero las conclusiones a este procedimiento son siempre especulares. Esta evidencia emparenta a la filosofía y , por ende, a la poesía (sumo arte de la palabra estética y ética) a la necesidad de escudriñar, precisamente el silencio. Todo lo que no se dice pero resulta latente, todo lo que únicamente se puede intuir, como elementos esenciales del discurso. 



Todo acto humano es un hecho del lenguaje.