"¡OH almas creadas para estas grandezas! ¿Qué hacéis, en qué os entretenéis?...", decía San Juan de la Cruz. Estos asertos siempre me han recordado el tono que atraviesa la Commedia de Dante. Hay una conmiseración de lo uno con lo diverso, de lo sublime a lo banal. Estas grandezas a los ojos, a lo contemplado...
Einstein hablaba del misterio de lo sublime y del sentimiento cósmico que encierra toda causa y todo conocimiento. Pensaba el científico que el conocimiento de los valores latentes como "humanidad" eran una estrategia de la materia y de las energías: "El individuo tocado siente la futilidad de los deseos y aspiraciones humanas, y percibe al mismo tiempo el orden sublime y maravilloso que se pone de manifiesto tanto en la naturaleza como en el mundo del pensamiento, y ansía experimentar el universo como un todo único significativo".
Recuerdo esta mañana que sidus es el término latino para referirse a los astros, a lo que hoy denominamos sideral. Pero, igualmente, considerar, desiderativo, provienen de este vocablo en que todavía resplandece el significado de contratar con las estrellas, de examinar. Y, al hacerlo, con una nota de ironía, recito las palabras de Lucrecio con las que manifestaba su aspiración con la palabra poética: "Verter el claro de los cantos sobre el más oscuro de los temas".