martes, 12 de abril de 2011

Ya en los primeros trancos de la prosa de Los enamoramientos, de Javier Marías, advierte uno que la novela es otro prodigio narrativo del novelista. Uno, que lo ha leído casi todo del autor, pero que guarda con especial celo la lectura de Tu rostro mañana (quizás la mejor novela escrita en España española en el siglo XX), comienza a recuperar ecos, resonancias, melodías perdidas de esta prosa tan envolvente y majestuosa. Se ofrece en estas páginas una novela que aporta, además de todo eso, madurez en el punto de vista y virguería en el uso de los tiempos verbales. Marías es un narrador nato, no un prosista de diarios o de notas o artículos, sino un narrador como lo es Bernhard o Vargas Llosa. Los enamoramientos es un deleite para los que amamos esta prosa serpenteante, esquiva, meditadamente espontánea y condicional. Espero con anhelo la semana de descanso para poder terminarla como es debido. Felicidad. Días de novela dignas.

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La prosa es otra cuestión y en ella Trapiello es insuperable. Apenas sensitivo comienza con la recuperación de un fingimiento, el de vivir. Para ello se remonta a la inscripción que gobernaba el hospedaje de Leopardi cerca del Vesubio, sine sole sil(e)o, para advertirnos que el tiempo que permanece resguardado en las manillas de un reloj, acariciado por el minutero de un aparato incesante, no es más que el recorrido a diario de un fingimiento: nuestra vida. Apenas sensitivo es el maridaje de nuestro paso por la tierra y la conciencia que al fin alcanzamos de ella. Solo la literatura es el reducto de la memoria, pues la música es perpetua transparencia.

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Caben en mí todos los sueños, en mí todas las formas de tu ausencia. Las palabras que nunca fueron pronunciadas así como las visiones de la luz encíclica. No soy más que un recipiente ajeno de sí y que torna los mediodías en graves lamentos. Como esta luz que declina su presencia, arranco la raíz en donde fui una vez soñado.

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