JUAN RAMÓN JIMÉNEZ lo vio todo, contuvo
una precognición con la que luchó toda su vida. Esa era la rosa, la
palabra, el tiempo, su caudal de bellezas y su unidad de delirios. El
poeta sabía de la terrorífica libertad de la renuncia que concede la
plena consciencia.
La palabras es la
acción que nos define como humanos, como hombres en el cosmos, en la
vida, pero tan solo es un estadio intermedio de la comprensión. Silencio
yermo, palabra fructífera, silencio nutritivo, esa es la parábola de la
consciencia. La palabra, y con ella, por supuesto, la poesía, es un
pasaje, un camino de iniciación que debe ser abandonado a tiempo, antes
de que el poeta piense que el camino es infinito y el fin está en sí
mismo. No hay principio y fin para el poeta.
La
acción fundametal del poeta está en la renuncia, en el conocimiento de
la insignificancia de la poesía y de su persona sobre todo. No me estoy
refiriendo a la incapacidad de la palabra pr nmbrar el mundo. Esto es
adjunto al hecho que trato. Señalo la insignificancia de la palabra en
la talla del universo.
En ese punto, en esa reflexión es cuando
arranca la verdad. El desasosiego. También cuando la lectura se alza,
entonces, como la única y verdadera forma de seguir viviendo.
Juan
Ramón lo vio todo, pero él estaba en el amor, en un amor infinito e
idílico al poema. Convirtió su vida en poema, en un cauce infinito y
único. Vida y poesía brotaban del mismo origen. Esto era incomprensible
para el resto de poetas que lo rodeban y que pretendían cambiar el mundo
con la poesía. ¿Lo entiendes ahora?, me digo en silencio. El que trate
de cambiar el mundo con la poesía es el antipoeta más absoluto,el más
inconsciente. JRJ:
El más acá, el aquí, el presente
desnudo de verdad
mía (¿y qué jente?)
La eternidad.
Es
el poeta que ha recibido la revelación. La revelación es la manera de
explicar la creación humana que no se resguarda en causas y
consecuancias razonadas. María Zambrano lo lamaba razones luminosas y
ella había desembocado en este estado de consciencia a través de la
palabra y la filosofía. El propio JRJ lo explica a la perfección en este
otro poema:
Iluminada, mi cabeza, alta en el mundo oscuro
¿Es la semilla iluminada de otro y mas bello mundo?
Cuanto
más leo a los poetas verdaderos más alejado me encuentro de la palabra.
Ellos, sus creaciones, me lajena de la palabra. En estos momentos, no
creo en la palabra. Es superada a poco que contemple. Es rudimentaria,
escasa, artificial. Solo la palabra que se armoniza con ritmos y música,
la que se aproxima a la música pudiera ser portadora de revelaciones
perpetuas que muestran, en contadas casiones, qué es el hombre.
Todo
lo que no es humano es sin palabras. Solo lo humano es palabra, por
tanto, qué insignificante la palabra, tanto como lo humano.