El cielo está marcando nuestra estancia. En estos parajes de la península, el verano posee otra cadencia distinta al sur Atlántico. Sin embargo, esta templanza mediterránea, la caída de esta luz que tamiza sin sobresaltos, sin restallar sobre los objetos, me agrada en demasía.
Es una luz que perfila y da pábulo al espíritu. Ayuda a penetrar en la realidad pues nada en ella es discurso de la realidad inventada. Diríase que hay una verdad cada mañana y que sueño con esta luz griega e italiana, tan suya, en sí, aquí en España.