HABÍA encontrado la piedra en la orilla. Es del mismo tamaño que las demás, del resto, de las cuatro que tenía siempre conmigo y que me regaló, de sus manos gruesas, un indolente. Esta es negra y eso me sigue provocando cierta reticencia a llevarla encima, pero creo que sirve para equilibrarlo todo.
Comienzo un poema:
¿Y quién podrá sacar lo
puro
de lo impuro tan solo con
los nombres?
[...]
Y retoco el del destierro y muerte de Ovidio:
TRISTES Y PÓNTICAS
Con Ovidio
Que no te envuelvan los
arándanos
con su color rojizo ni que
tomes
estas raciones limpias de
la luz
como si fueran fin y
permanencia.
[...]
Leo.