Hoy, ocho años ininterrumpidos de Trópico de la Mancha: entelequias, exploración, reflexión, lecturas, escritura, palabras, ideas, magmas,... poco más y poco menos. ¿Hacia dónde? las contemplaciones, que siempre rigen la cercanía del silencio, porque no podemos olvidar que escribir silencio y soledad es esbozar el deseo del silencio y la soledad, no la evidencia de que uno los practica. No existe la libertad, ni la esperanza, ni la esencia, ni la pureza, como tampoco la mediocridad. Son objetos verbalizados en la cabeza, caminos que trazamos para comportarnos de una u otra forma. Desembocamos: ética y estética, inseparables.
Oquedad de las palabras, de todo, de cuanto hemos nombrado desde la ceguera.
Bien pensado, ese tiempo no es nada. Si todo quedara borrado de este cuaderno, cuando quisiera comenzar a escribir lo haría con la misma sensación de siempre: alumbrar, toda vez y siempre, con la palabra una verdad. Límpida, figurada, atravesada de lapislázuli.
Es todo, al fin, tan confuso...piensa uno que todo está sujeto a una arquitectura única e inmutable y que quien no sigue ese paradigma vital está fuera de todo rango. Puede que sea uno el que esté en el equívoco y entonces el que tuviera que dejarse ir con el corifeo de la masa, de lo común, de lo que todos hacen sin más miramientos ni análisis, desde actuar entre amigos hasta publicar un libro. Pero, entonces, ¿dónde todo lo que uno ha escrito, dónde todo lo que ha dialogado sobre la esencia, el centro, dónde toda la labranza interna de años y luchas fortísimas?
No resistiría a ese veredicto de la palabra si renunciara a ir contracorriente, que es como siento, pero van escaseando las fuerzas pues no encuentro acomodo en casi ningún lugar, con casi nadie de lo que hablo. Más descolorado que nunca, tratando de tocar con las manos las creencias mínimas y vitales, el mundo me parece, cada vez más, una incomprensible llamarada en los ojos que no me deja ser quien soy.