LA literatura ha venido describiendo, explorando las dimensiones de lo
que hemos ido siendo hasta ahora; ningún discurso ha narrado la naturaleza
humana como la literatura, narrar en el sentido etimológico de fabular, de
establecer la relaciones de la naturaleza
humana, de las formas razonadas que tratan de confrontar lo que somos con lo
que deseamos ser.
Aunque existe un hiato insalvable entre el ser y el decir, una elipsis
inenarrable que deviene de la condición demediada del mortal, del que vive
intensamente con consciencia de la muerte. Ese territorio es el que detona el
silencio y la soledad en el escritor a pesar de su incursiones verbales, contra
todo lo que aparentemente parece yermo pero que, al destello de las palabras, despierta en los otros con la lectura la acción ética de leer.