BACH es la música blanca. En él caben todas las relaciones de la música con el mundo. Alcanzó lo sagrado en la aritmética del sonido musical como nadie. Fuera o no el elemento religioso el principio activo de esa creación, -es lo de menos o lo de más-, estamos ante una de los momentos estelares de la humanidad. Aunque puede que esa consciencia hacia lo incierto, como deseaba Hölderlin, a lo largo de la historia de la cultura haya sido el hilván que lo atraviesa todo y que precipita el diálogo diáfano y revelador con los hombres de cualquier tiempo. Pues no hay tiempo en Bach, no existe el tiempo en Dante, no hay tiempo en Rilke, tan solo la consciencia de un Tiempo que ante nuestra abstrusa condición nos sobrepasa y emociona y perturba.
Es el sentido de la belleza lo que prende nuestra armonía. La belleza del uno, del todo, portadora siempre de verdad. ¿Conocimiento de qué? La escondida senda, el tramo absoluto en que dejamos de ser para ser siempre.
Estos días vengo leyendo a un poeta. Un autor del que no había leído con atención su obra poética. Unamuno es un poeta inmenso, he descubierto que su poesía sobrevuela con mucho su obra en prosa, que no es poco. Igualmente, se confirma la necesaria consciencia de una ética inicial para poder edificar la palabra poética. En este sentido, afirma Unamuno: "El alma, según Aristóteles, es forma. La palabra es la forma de la idea, su alma, y se hace poesía con palabras. la palabra, cuando de veras lo es, es de por si idea. E idea quiere decir visión".
En el sentido demiúrgico de la creación y la palabra poética, tal que J.R.J., fundamenta Unamuno su propia consciencia creadora. El poema titulado "Credo poético" manifiesta a las claras los fundamentos iniciales de su creación; un estadio que irá evolucionando y mostrando las características de la poesía modernista, existencialista y acaso contemporánea. El autor que palpita detrás de sus versos es Quevedo y a Quevedo me vuelvo con los ojos de Unamuno. Leer, vivir, releer, revivir, añorar siempre en este mundo lo que pudo haberse dicho y nunca será dictado. Escribía el poeta en sus años iniciales la otredad revelada que el poeta conoce desde el comienzo de su labor.
"Cuando yo sea viejo,
-desde ahora os lo digo-
no sentiré mis cantos, estos cantos,
más que voces de un muerto
aun siendo de los muertos el más mío