ESTOY aquí y estoy en la firmeza
de un hombre solo, fiel a sus principios.
Nada vendrá del viento a despertarme
hacia el latir amargo de la gloria
y el ego que cabalga en tu mirada
son las sombras antiguas de lo incierto.
Aquí estoy, clavado en esta piedra
opaca e intangible de la nada
con el ardor del héroe de los libros
de Homero, con sus sueños imposibles,
con todas sus espadas tan en alto
que convoco con ellas a los dioses
invisibles y fieles de belleza.
Aquí, porque te adoro, te susurro,
poesía, y agarro tu perfil,
prefiero lo que siento a lo que miro
aquí, en ningún sitio de este mundo
que convoquen mis ojos a la infiel
presencia de mi cuerpo con tu cuerpo.
Entono estas palabras para ti,
-mortal de añada, vivo tan difunto-,
no me aflige morir en el veneno
de eternas soledades y silencios
que suceden olvidos y la infamia
de los que ahora viven moribundos
en sus versos creyéndose tan vivos.
De un poeta no viven sus acciones,
es tan solo el latir y la pureza
de poesía quien vive en lo restante
en la trama invisible ya sin tiempo,
allí, en donde habita el olvido
y jamás tomarán posesión de tu nombre.