"GRAN abismo es este ser humano[...]!", escribe San Agustín en Confesiones, en el Libro IV. Este es un libro palpitante, con el que el lector queda vibrando y conmocionado. Las ideas proliferan hasta germinar en pensamientos profundos que van más allá del mero discurso religioso, de la doctrina. La doctrina, en este libro, es el propio ser humano, las dimensiones por las que debieran discurrir su mente y su experiencia vital para poder entenderse. De esta forma, puede leer uno pasajes como este, que pertenece a Contenido sobre lo bello y armonioso: "Y volví mi atención a la naturaleza del espíritu. Y la falsa creencia que tenía acerca de los seres espirituales no me permitía vislumbrar la verdad. Y me impactaba en los ojos esa fuerza de la verdad. Y yo apartaba mi mente palpitante de la realidad incorpórea hacia contornos, y hacia colores, y hacia abultadas dimensiones. Y porque no podía ver eso en mi espíritu, pensaba que no podía ver el espíritu".
Este texto transgrede su época y enlaza con épocas pasadas y posteriores, pues está dirimiendo entre qué es y desea ser el mortal, cuáles son los límites primarios que aparentemente nos establece naturaleza. Pero, sobre todo, cómo, desde la naturaleza espiritual, connatural a nosotros, podemos lograr ensanchar nuestra consciencia.