A lo mejor, la persona religiosa siente que su vida sólo recorre el itinerario que se le ha trazado. Así no hay cabida para la aventura, la excitación, lo imprevisto, la búsqueda de las fronteras sentimentales, los equívocos, las contradicciones, las usurpaciones a las lágrimas, la sonrisa maléfica y la conciencia inestable que, por otra parte, conforman la vida.
Si las hay, quedan restringidas a un terreno concertado: fuera de ahí, de ese espacio, todo queda invalidado o es materia de aflicción. Por lo tanto, la vida religiosa, entendida en sentido amplio, es una restricción del espíritu.
Saint-Exupéry dejó escrito: “Si libero a un hombre que no siente nada, ¿qué significa su libertad? Sólo se siente libre quien va a alguna parte. Liberar a un hombre será enseñarle la sed y trazar un camino hacia un pozo”. Se le olvidaba a Saint-Exupéry que en el camino al pozo, a pesar de estar indicado con detalle su lugar, el hombre puede equivocarse y que, en ese equívoco, en ese extravío, en ese desvío del itinerario puede que se encuentre con alguien distinto a él pero que es él mismo.
Si las hay, quedan restringidas a un terreno concertado: fuera de ahí, de ese espacio, todo queda invalidado o es materia de aflicción. Por lo tanto, la vida religiosa, entendida en sentido amplio, es una restricción del espíritu.
Saint-Exupéry dejó escrito: “Si libero a un hombre que no siente nada, ¿qué significa su libertad? Sólo se siente libre quien va a alguna parte. Liberar a un hombre será enseñarle la sed y trazar un camino hacia un pozo”. Se le olvidaba a Saint-Exupéry que en el camino al pozo, a pesar de estar indicado con detalle su lugar, el hombre puede equivocarse y que, en ese equívoco, en ese extravío, en ese desvío del itinerario puede que se encuentre con alguien distinto a él pero que es él mismo.
Los sabios de la antigüedad basaban sus enseñanzas no en circuitos de conocimientos cerrados, sino en la indicación del comienzo del circuito. El tránsito por ese camino, que es la vida, debe hacerse en libertad, sin reprimendas ni artificios vacuos con procesiones del espíritu que se le aparecen a los transeúntes como trampantojos que asustan y atemorizan intencionadamente.
Para Heráclito la vida es una vigilia continua, un estarse despierto: “…para los que están despiertos, el orden del mundo es uno y común, mientras que cada uno de los que duermen se vuelve hacia uno propio…”. Los que duermen son los que creen confirmado su camino, el recorrido que les ha venido dado. Estar en vigilia es el principio de conocimiento del mundo, que es ancho y ajeno, que no conoce trucos ni escarceos, que no posee atajos a la eternidad que sólo viene jalonado por su voluntad y deseo. El verbo querer es la rutina de la ética.
Para Heráclito la vida es una vigilia continua, un estarse despierto: “…para los que están despiertos, el orden del mundo es uno y común, mientras que cada uno de los que duermen se vuelve hacia uno propio…”. Los que duermen son los que creen confirmado su camino, el recorrido que les ha venido dado. Estar en vigilia es el principio de conocimiento del mundo, que es ancho y ajeno, que no conoce trucos ni escarceos, que no posee atajos a la eternidad que sólo viene jalonado por su voluntad y deseo. El verbo querer es la rutina de la ética.
ahí le has dao. vigilia.
ResponderEliminar(que es ancho y ajeno...)