La nociones con las que nos manejamos son tan toscas como un peñasco encima de una nuez. Esa fuerza que ejercita la gravedad sobre las rocas y las piedras, es la misma que la neblina que se cierne sobre nuestro entendimiento. ¡Qué necios fuimos desde el comienzo! Dovstoievsky dijo en una ocasión, “entre Cristo y la verdad, yo elegiría a Cristo”. En puridad, estaba eligiendo a los hombres por encima de la verdad, a cualquier hombre. Seríamos fanáticos si quisiéramos elevar a verdad las virtudes de la literatura.
Recuerdo otras afirmaciones de Fiodor cuando se refería a los hombres. "Vivir entre los hombres y no desfallecer, ése es el sentido de la vida”.
Mientras, suena La mer, de Claude Debussy. Llevaba años sin escuchar a Debussy con detenimiento. Y ahora me he encontrado, de la mano de un hombre, gracias Claude, con los efectos de la consumación de la verdad y de su muerte.
Mientras, suena La mer, de Claude Debussy. Llevaba años sin escuchar a Debussy con detenimiento. Y ahora me he encontrado, de la mano de un hombre, gracias Claude, con los efectos de la consumación de la verdad y de su muerte.
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Paul Valéry predica de la siguiente manera su noción del Tiempo: “Lo que llamamos Tiempo es una noción tan tosca y confusa como lo era la de fuerza antes de la dinámica”. Cuándo llegará la dinámica a la verdad es tarea imposible. Sólo a medio camino, en el desvelamiento de las intuiciones, se encuentra lo indecible. A todo esto debemos sumar, por lo tanto, que nos encontramos en ese estado en que confundimos la sensibilidad, la emoción y los deseos como un trinitaria conjunción de ungüentos para el alma. Mientras, suena La Mer, de Debussy, y ya el horizonte es acuático y pleno, oh mar, parece que luchas entre mis manos.
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Oh, qué intensa y gozosa emoción debió embargar a Robert Walser en sus paseos o escribiendo: “oh, qué intensa y hermosa emoción debió de embargar a Mozart mientras improvisaba al piano durante su visita a la corte de París".
Escribo estas líneas, las repito con variaciones y caigo en la cuenta de que mi caligrafía se hace cada vez más pequeña; que la palabra escribiendo casi es ilegible, un punto esa o, la aspiración a ser un micrograma.
Mencionaré un jardín y un juego de cartas. Un jardín en que los bancos están dispuestos de forma simétrica, dibujando en la arena que los sostiene pequeños círculos que parecen invitar a una conversación milenaria. Encima de la mesa, una baraja de cartas. Y se viene a mi mollera un verso de Cernuda, en que se identifica con una carta que ha perdido su baraja. Y en esas estoy yo, en ese sitio que no sé dónde se encuentra. Sólo atisbo un jardín concéntrico, repleto de sillas y de flores, jardines bien moldeados. Y una baraja de cartas que me incita a comenzar la partida. Quizás la partida comenzó y la perdí hace tiempo. Será mejor que baraje de nuevo y escoja otro palo. O simplemente nunca levante la que se acaba de caer de la baraja al suelo. La dejaré bocabajo, como un enigma, como un paseo que no conduce a ningún sitio.
Mientras, La Mer, de Debussy, ya ha trazado el infinito, ya cesa la lucha entre mis manos.
Escribo estas líneas, las repito con variaciones y caigo en la cuenta de que mi caligrafía se hace cada vez más pequeña; que la palabra escribiendo casi es ilegible, un punto esa o, la aspiración a ser un micrograma.
Mencionaré un jardín y un juego de cartas. Un jardín en que los bancos están dispuestos de forma simétrica, dibujando en la arena que los sostiene pequeños círculos que parecen invitar a una conversación milenaria. Encima de la mesa, una baraja de cartas. Y se viene a mi mollera un verso de Cernuda, en que se identifica con una carta que ha perdido su baraja. Y en esas estoy yo, en ese sitio que no sé dónde se encuentra. Sólo atisbo un jardín concéntrico, repleto de sillas y de flores, jardines bien moldeados. Y una baraja de cartas que me incita a comenzar la partida. Quizás la partida comenzó y la perdí hace tiempo. Será mejor que baraje de nuevo y escoja otro palo. O simplemente nunca levante la que se acaba de caer de la baraja al suelo. La dejaré bocabajo, como un enigma, como un paseo que no conduce a ningún sitio.
Mientras, La Mer, de Debussy, ya ha trazado el infinito, ya cesa la lucha entre mis manos.
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