domingo, 2 de mayo de 2010

La trama de un libro de poemas es la huella del hombre que lo ha escrito. Una trama turbulenta y armoniosa, reveladora y confusa al mismo tiempo.
El verso encierra esa topografía, el lugar de encuentro entre el tiempo, la memoria y la palabra. El tiempo es la conciencia plena; la memoria, la usurpación del olvido y la palabra, la meditada razón de la conciencia plena y usurpada.
Así, la sugerencia es la ambición de la palabra poética. Porque ella levanta un mundo nuevo, pero un mundo incognoscible en su totalidad. De ahí la extrañeza. El don de la poesía es la capacidad para señalar la transparencia.

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La pasión de la poesía es la pasión por el silencio, porque el poeta no escoge la palabra adecuada, escoge los silencios necesarios. Igualmente, es la pasión por la contemplación y por los temas que atraviesan al hombre desde antiguo. El poeta sigue portando las virtudes apolíneas y dionisíacas.

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El sentimiento es un inconveniente. Más bien, el verso razona en la sinrazón aplicando los mecanismos de la música, la aritmética más perfecta junto a la sugerencia más profunda.
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La palabra es condición anhelante para el hombre, por eso siempre es deseo todo lo que
nombra la poesía, porque el mundo se hace nuevo.

3 comentarios:

  1. Silencio, memoria, olvido, deseo, transparencia... Empiezo a familiarizarme con esa materia elemental de la que dices que está hecha la poesía.

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  2. Joaquín, cuidado con la poesía...Gracias y salud, siempre.

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  3. Tomás, yo la poesía la quiero únicamente para prostituirla y que me consiga niñas, ni siquiera a ella le tengo respeto, soy peor que posmoderno. Nos vemos mañana.

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